El
enemigo público número 1 del mundo no es Maduro ni Kim Jong-un ni Hasán Rohaní.
El enemigo público número 1 es Donald Trump, por su política de escalada de la
tensión mundial, que nos está abocando a
un conflicto global de consecuencias imprevisibles.
Parece
que los ciudadanos no somos conscientes de dónde nos está metiendo el
presidente de EEUU, con sus políticas agresivas contra todo el que no comulga
con sus intereses económicos (habría que ver si los personales o los de la
nación) y de grandeza pasada de moda de un imperio en decadencia. Su política
internacional es la más nefasta y peligrosa que haya ejercido gobernante alguno
desde el final de la Guerra Fría, que de seguir adelante, sólo nos puede traer
conflicto, miseria y desgracias.
El
mundo debería frenar a este hombre cargado de testosterona de chulo de burdel
con un agravante, que dirige la nación más poderosa del mundo, o por lo menos,
eso pretende hacernos creer, y ese es el verdadero peligro: el rebote de
soberbia de los poderosos en decadencia.
La
UE debería jugar en este contexto un importante papel en la búsqueda de
soluciones que pasen por rebajar la tensión, aunque sea a costa de aislar las
pretensiones de Donald Trump, en esa política de kamikaze en la que se está metiendo, de la que nos
saldremos ilesos. Ahora mismo, los ciudadanos europeos tenemos la llave,
eligiendo en las próximas elecciones un Parlamento Europeo muñidor de
consensos, tejedor de paz y defensor a ultranza del estado de bienestar. Un
Parlamento que lance un mensaje al mundo de libertad y progresismo, incluidos
todos aquellos, que dentro de la Unión Europea están aplaudiendo la política
ultraconservadora y belicista del presidente de EEUU.
En
nuestras manos está conseguirlo el 26 de mayo.
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