Publicado en Levante de Castellón el 10 de mayo de 2019
Está el centroderecha agitado,
como si no se hallase asimismo, después del resultado de las elecciones. Pablo Casado,
un día es de centro y otro mira de reojo a la extrema derecha, y Albert Rivera
sólo tiene ojos para aquellos que le puedan alzar a la gloria del poder
monclovita. No hace ascos a nada, ni en su Partido levantan la voz a tanto giro
de un lado a otro de su líder. Es posible que estén mareados de dar tantas
vueltas. Pero lo cierto, es que unos y otros, después de ese viaje hacia el
encuentro del postfascismo de Vox, que tanto han aireado en la campaña
electoral pasada, ahora se encuentran desubicados, sobre todo, porque han visto
que tanto arrimarse a los albaceas de Franco no les ha reportado ningún rédito
electoral. Más bien, les ha enfrascado en una pelea de gallos inflados de
testosterona política, a ver quién es más de derechas sin que lo parezca, pues
saben que van a necesitar a los Tercios de Flandes de Abascal, para poder
gobernar en ayuntamientos y comunidades autónomas.
Lo
paradójico, es que mientras tratan de distanciarse de la ultraderecha, van a
piñón fijo con ella en Andalucía, y esto no hace muy creíbles todos esos molinetes
al centro, que tanto pregonan ahora. Incluso, no se cortan en algunos lugares
en decir que el cambio vendrá de la mano de las derechas, que pugnan por el
centro perdido y Vox. Por lo que se ve, la ética política y moral del centroderecha
se mide por el baremo de sus ganas para gobernar con quien sea. Andalucía es el
nuevo bastión de la reconquista para el renacer de una nueva España de
gloriosos ímpetus neoliberales, con el estado de bienestar desmantelado, como
ya lo están haciendo en la nueva
Covadonga del sur, al son de una patria única y verdadera, sin concesiones a la
diversidad territorial ni social.
Decía
Isabel Bonig, la vapuleada dirigente del Partido Popular en la Comunidad
Valenciana, aún sin atisbo de asumir culpa alguna por su fracaso electoral, que
el centroderecha tiene mayoría en la mesa de las Cortes para reclamar una vicepresidencia. Claro, que
si uno suma, esa mayoría en votos sólo da si añadimos como sumando a Vox.
¿Entonces son el centro o esta aspiración se diluye cuando se trata de tocar
algo de poder? No sé si la señora Bonig tiene el sentido de la orientación
desajustado por el mal resultado electoral de su Partido o trata de engañarnos
con tanto trilerismo dialéctico o no sabe sumar.
Pero
lo mejor, en ese sí pero no con la ultraderecha, es la justificación. Sí el
PSOE puede pactar con la extrema izquierda, por qué ellos no puede hacerlo con
la extrema derecha. Para ello, la señora Bonig,
tiene que hacer una pirueta dialéctica con mortal y medio, algo que debe ser
argumentario oficial de su Partido. Considerar que Podemos es extrema
izquierda, es como creer que ellos son el Orfeón Donostiarra. Equiparar a un
Partido que defiende la igualdad de géneros, la distribución de la riqueza, el
respeto al marco constitucional, el estado de bienestar, y la democracia como
fundamento político de convivencia y libertad, con el fascismo de nuevo/viejo
cuño que representa Vox, que no cree en ningún valor democrático ni
constitucional, es un ejercicio de filibusterismo político, con toda la mala
intención que se pueda imaginar.
El
centroderecha en España está muerto por incompetencia de sus líderes, aunque
parece que no es motivo suficiente para que se haya producido
una cascada de dimisiones, si es que realmente quieren volver a ocupar ese
espacio, no de cara a la galería, sino con un proyecto sólido y alejado de la
ultraderecha. Pero lo que es peor, su desprestigio es directamente proporcional
a su estupidez política, y eso es lo que debería preocuparles. Porque de
mentiras y patrañas se vive un tiempo, después todo el entramado se cae por sí
sólo, y no sólo resulta difícil reconstruirlo, sino que es un vacío abierto a
que sea ocupado por salvapatrias y
fasciopopulistas, es decir, la ultraderecha pura y dura.
En
la sesera del centroderecha español y sus afines debería entrar una
aseveración: el fascismo y la democracia son como el agua y el aceite, nunca se
podrán mezclar, porque tienen densidades políticas antagónicas.
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