Lo
que está sucediendo, con la industria paralizada por la falta de componentes, el
comercio bloqueado porque empiezan a escasear productos para vender y la
energía fuera de todo control político, no es ni más ni menos, que la consecuencia
de años de desindustrialización en Europa, deslocalización empresarial y un
frágil sistema de comercio global sometido a desajustes cada vez mayores, por
cualquier incidente o acontecimiento mundial o local. Una tormenta perfecta,
provocada por el gran capital, de la que todo el mundo saldrá perdiendo: trabajadores,
pequeños y medianos empresarios, medioambiente, igualdad de género y bienestar
social. Todos, menos las grandes empresas que controlan la economía mundial,
con el beneplácito de una clase política entregada desde hace tiempo a los
intereses de un capitalismo sin freno de ningún tipo, para la obtención de unos
beneficios que no paran de crecer.
El
coronavirus ha supuesto la creación de grandes bolsas de ahorro, por no haber podido
gastar al frenarse el consumo mundial durante muchos meses, y esa creación de
un montante dinerario que se cifra en miles de millones (solo entre Francia y
España 200.000 millones de Euros) no pasa desapercibida para el gran
capitalismo mundial, que hará todo lo posible para que se produzca una transferencia
del bolsillo de los particulares y las empresas, a sus cuentas de resultados.
Dicho
de otra manera: están dispuestos a hacer lo que sea para quedarse con el botín
del ahorro generado por el confinamiento, como haría cualquier pirata frente a
un galeón cargado de plata y oro. Y para ello utilizan las armas que mejor
saben manejar, léase: aumento de precios frente al estancamiento de los
salarios, ya de por sí bajos desde hace años. Se dispara el coste de la energía
por un sistema de fijación de precios absurdo; paralizan el comercio mundial
para que la demanda justifique la subida de precios; y rompen el sistema de
producción industrial, para que occidente se vea atenazado por el miedo al desabastecimiento
y por tanto, a corto o medio plazo subir todos los productos industriales.
En definitiva, ganar a costa de lo que sea y de quien sea. Incluso encendiendo la mecha de la inflación, que lo único que va a provocar es una bajada generalizada de salarios, con la excusa de salir de la crisis. Vamos, que en este juego de Monopoly en el que se ha convertido la economía mundial, con actores desaprensivos y nada empáticos con los problemas de la población, la banca siempre gana.
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