martes, 2 de noviembre de 2021

La banca siempre gana

 


¿Alguien pensaba que la salida de la crisis económica provocada por el coronavirus iba a ser  un dechado de amor y solidaridad? ¿De verdad somos  tan ingenuos, hasta el punto de creer que el capitalismo salvaje imperante en el mundo consentiría perder un año de hacer caja, sin hacer nada? Trato de resumir en estas dos preguntas lo que está pasando en la economía global diseñada para que el gran capital pueda hacer y deshacer a su antojo, no ya por encima de las personas, sino también pasándose a los Estados por el Arco del Triunfo de su entrepierna.

Lo que está sucediendo, con la industria paralizada por la falta de componentes, el comercio bloqueado porque empiezan a escasear productos para vender y la energía fuera de todo control político, no es ni más ni menos, que la consecuencia de años de desindustrialización en Europa, deslocalización empresarial y un frágil sistema de comercio global sometido a desajustes cada vez mayores, por cualquier incidente o acontecimiento mundial o local. Una tormenta perfecta, provocada por el gran capital, de la que todo el mundo saldrá perdiendo: trabajadores, pequeños y medianos empresarios, medioambiente, igualdad de género y bienestar social. Todos, menos las grandes empresas que controlan la economía mundial, con el beneplácito de una clase política entregada desde hace tiempo a los intereses de un capitalismo sin freno de ningún tipo, para la obtención de unos beneficios que no paran de crecer.

El coronavirus ha supuesto la creación de grandes bolsas de ahorro, por no haber podido gastar al frenarse el consumo mundial durante muchos meses, y esa creación de un montante dinerario que se cifra en miles de millones (solo entre Francia y España 200.000 millones de Euros) no pasa desapercibida para el gran capitalismo mundial, que hará todo lo posible para que se produzca una transferencia del bolsillo de los particulares y las empresas, a sus cuentas de resultados.

Dicho de otra manera: están dispuestos a hacer lo que sea para quedarse con el botín del ahorro generado por el confinamiento, como haría cualquier pirata frente a un galeón cargado de plata y oro. Y para ello utilizan las armas que mejor saben manejar, léase: aumento de precios frente al estancamiento de los salarios, ya de por sí bajos desde hace años. Se dispara el coste de la energía por un sistema de fijación de precios absurdo; paralizan el comercio mundial para que la demanda justifique la subida de precios; y rompen el sistema de producción industrial, para que occidente se vea atenazado por el miedo al desabastecimiento y por tanto, a corto o medio plazo subir todos los productos industriales.

En definitiva, ganar a costa de lo que sea y de quien sea. Incluso encendiendo la mecha de la inflación, que lo único que va a provocar es una bajada generalizada de salarios, con la excusa de salir de la crisis. Vamos, que en este juego de Monopoly en el que se ha convertido la economía mundial, con actores desaprensivos y nada empáticos con los problemas de la población, la banca siempre gana.

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España huele a podrido.

El único resumen que se me ocurre para despedir el año, es que la sociedad española está podrida, y cada vez, en su podredumbre, huele peor....