¿En algún momento hemos creído que las grandes
corporaciones internacionales iban a dejar de obtener beneficios
estratosféricos porque el planeta se esté recalentando y convirtiendo en un
microondas? ¿Nuestra ingenuidad es tan grande que nos hace invulnerables a la
mentira y la manipulación? Al gran capital solo le interesa amasar dinero,
porque la plata, como diría una argentino, proporciona lo que más anhela
cualquier ser humano: el poder. Y el poder disuelve cualquier neurona capaz de empatizar
con los problemas de la población. A fin de cuentas, si en algún momento la
vida en la tierra se vuelve imposible, ellos ya tendrán su alternativa de
salvación, como bien nos recuerda la ciencia ficción en libros y películas.
En una situación de deterioro del
medio ambiente y la naturaleza como la que estamos viviendo sin que nadie con
autoridad lo remedie, con la aquiescencia de la ciudadanía que sigue apoyando
con su voto, en los países democráticos, a los mismos que están arruinando la
vida tal como la hemos conocido hasta ahora; eso sin contar que cada vez se
apoyan más a los movimientos de extrema derecha, que no dejan de ser la
sublimación del neoliberalismo más salvaje por
mucho que traten de disimular con sus discursos populistas, no nos ha de
extrañar que las predicciones más distópicas estén más cerca de lo que se puede
llegar a creer.
A veces pienso que el interés de
la ciencia, no tanto de los científicos como de quien los paga, por
encontrar nuevos mundos habitables, no
es más que un barniz que oculta, con brillo, las verdaderas intenciones del
poder, que no son otras que las de
asegurarse un lugar confortable en el universo conocido, si la cosa se pone mal
para vivir en la Tierra. No quiero parecer agorero, pero…
Hace muchos años, cuando los de
mi generación éramos felices e indocumentados (parafraseo el título de un libro
de García Márquez publicado en 1973) y empezábamos a pelear contra la energía
nuclear, sí, esa que ahora muchos quieren mostrarnos como una alternativa
limpia contra el cambio climático, un amigo mío escribió en una revista de
barrio que la energía solar, entonces no se hablaba de energías alternativas,
solo avanzaría cuando las grandes multinacionales energéticas se hicieran con
el negocio. Lucidez meridiana la de mi amigo Luis.
Nada de economías locales y
sostenibles ni de producción energética dispersada en pequeños proyectos
viables. Ya se encargan los gobiernos de que así no sea. Si el gran capital no
mete la mano en el futuro energético nos encontraremos con un mundo parecido al
de Elysium, película de 2012, dirigida por Neill Blomkamp.
Aunque siempre queda una
esperanza, la de que la sociedad se organice en la búsqueda de un futuro más
sostenible, seguro y viable,
protestando en la calle y votando a quienes sí estarían dispuestos a cambiar el
rumbo de este despropósito al que hemos
llegado. Nosotros somos incapaces de asegurar un futuro mejor a nuestros hijos
y les toca a ellos deshacer el entuerto en el que les hemos metido.
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