domingo, 28 de noviembre de 2021

Adiós a Almudena Grandes, muchacha desconocida de Filosofía B

 


Quizá en alguna ocasión coincidí con Almudena Grandes por los pasillos de Filosofía B; ambos estudiamos la misma carrera, Geografía e Historia, en la misma facultad de la Universidad Complutense de Madrid, y aunque ella es un poco más joven, yo empecé la carrera un poco más tarde de lo que me tocaba por edad. Conclusión: que casi con toda seguridad compartimos pasillo, cafetería o biblioteca. Pero lo que nunca pude llegar a imaginar es que esa muchacha desconocida llegara a ser una de las mejores escritoras que ha habido en el siglo XX y principios del XXI en España. Ni que sería un referente que con los años influiría tanto en mis novelas, en la manera de enfocar la literatura como un ejercicio para entender la historia de los que nunca salen en los libros de texto, pero que han sido y son la clave de bóveda en la que se sostiene todo nuestro pasado histórico.

Porque Almudena Grandes nos ha enseñado tantas cosas a través de sus novelas y artículos que es imposible no tenerla en un lugar preferente de nuestra memoria literaria y democrática. Nos enseñó en un  momento en el que el sexo de adolescentes era un tabú, que hay un mundo multicolor más allá de la grisácea ideología dominante que pretende que todo lo veamos en una sola dirección, la suya, con aquella primera novela publicada en 1989 que tanto escandalizó: Las edades de Lulú. Y a partir de ahí, fue desgranando toda una literatura que sacaba a la luz la intrahistoria de una sociedad, con personajes que tienen dudas, no son el primero de la clase, ni ejercen un poder tan deslumbrante que acaba ocultando todo  lo que le rodea. Son los sufridores de la historia, pero también los que albergan un mensaje de esperanza en el futuro, porque en ellos se sostendrá siempre el devenir de la sociedad, como esas vigas que sujetan los cimientos de un edificio, que se derrumbaría si no estuvieran allí. Lo hemos podido leer en obras como Malena es un nombre de tango, Los aires difíciles, Atlas de la geografía humana y esa novela maravillosa que enfrenta a una familia de perdedores de la historia contra otra de triunfadores, en este caso de la Guerra Civil, pero que no deja de ser una historia de supervivencia, en la novela El corazón helado.   

Hasta que Almudena Grandes escribe una de las grandes obras de la literatura española, quizá la que perdure en el tiempo a la altura de Los episodios nacionales de Pérez Galdós, con su serie Episodios de una guerra interminable, donde hace una radiografía certera y aleccionadora de algunos de los aspectos más lúgubres de la postguerra española, otra vez con personajes que tienen que sobrevivir a la historia de los vencedores. Y aunque siempre ha sido así a lo largo del tiempo, la magia de la literatura de Almudena Grandes es que ha dado voz a los que no la tienen, en un país donde uno de los pasatiempos preferidos del poder es silenciar a quien no lo detenta o entiende que si emerge a la luz pondría en peligro su papel triunfante en la Historia.

Inesperadamente nos ha dejado, sumiendo a las letras españolas, en su extensión universal y geográfica, en una tristeza de duelo. Porque su muerte no es solo la pérdida de una persona, todavía joven, a la que como se dice vulgarmente, no le tocaba. Su muerte nos deja huérfanos de muchas obras que ya no van a ver la luz; esa luz o lucidez que se ha apagado para siempre.

Descansa en paz, muchacha desconocida de los pasillos de Filosofía B, que nosotros te llevaremos siempre en nuestra memoria y en tus libros.  

    

1 comentario:

  1. Que bonito homenaje, José Manuel, insuperable como literata y como persona, descanse en paz.

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España huele a podrido.

El único resumen que se me ocurre para despedir el año, es que la sociedad española está podrida, y cada vez, en su podredumbre, huele peor....