viernes, 1 de marzo de 2019

Machado en nuestros corazones


Publicado en Levante de Castellón el 1 de marzo de 2019
Hemos celebrado estos días el 80 aniversario de la muerte de Antonio Machado, el poeta que fue símbolo para toda una generación. Manuel Murillo, personaje de la novela “Nunca seremos los mismos”, decía sobre Machado, ante él en la estación de Cerbère, ya con su cuerpo en el exilio, pero no con su alma: El pueblo amaba a Antonio Machado…el hombre que mediante su poesía y sus escritos les había enseñado que otra vida era posible y necesaria, y había apoyado, sin fisuras intelectuales, el camino de la República como valor de progreso y libertad. Esa la idea que hoy todavía perdura en la mente de muchos españoles: la de un Machado poeta, quizá el último gran poeta del siglo XX, antes de la revolución que supuso para la poesía la Generación del 27, que sigue emocionando cuando se escuchan sus poemas. Pero también, la del hombre que creyó en la república como ideal de progreso y compromiso con la democracia y la ética cívica. En su artículo “Sobre la disolución de la Casa de la Cultura”, dice: Mi posición política es hoy la misma de siempre. Yo soy un viejo republicano para quien la voluntad del pueblo es sagrada. El poeta deja claro que república y democracia van unidas, frente a las fuerzas reaccionarias que tenían y habían tenido al país sumido en la ignorancia y la oscuridad, para gobernarlo a su antojo, y siempre para beneficio propio. 
                No pretendo hacer aquí un alegato en favor de la República, a pesar de compartir los valores y principios que Machado defendió durante toda su vida, sino hacer ver que la actual monarquía parlamentaria; el sistema democrático que diseñamos en la Transición, está haciendo aguas, porque no es capaz de dar respuesta a las necesidades materiales y espirituales de una gran cantidad de españoles.
Volviendo a don Antonio, escribía ya en 1912: Españolito que vienes/al mundo te guarde Dios./Una de las dos Españas ha de helarte el corazón. Algo similar sucede ahora mismo con el resurgir de la España patriota de bandera y cornetín. Esa España de tonadilleras -que quiere emular Marta Sánchez-, toreros, banqueros, curas y políticos que sólo ven en tres colores la realidad del país: el rojo, el amarillo y el de los  billetes, ha de helarnos el corazón.
Más vivo que  nunca está el espíritu de Machado, en este momento tan crucial que vivimos en España, jugándonos el porvenir a una carta de progreso o de vuelta al pasado oscuro, en los próximos comicios electorales. Una carta, que nos puede hacer ganar la partida de la igualdad y la justicia social, o retroceder a la España uniforme y desigual de unos pocos.
                Por eso, el gesto del presidente del gobierno visitando la tumba de Antonio Machado, a pesar del error de depositar un ramo de flores con la bandera roja y gualda con la que no se identificaba Machado (en estos gestos, el protocolo debería ser más cuidadoso), hay que tomarlo como un reconocimiento, ochenta años después, del valor de Antonio Machado como poeta y como hombre cívico, aunque a mí, cada vez, me resulta más difícil diferenciarlos. Un gesto que es toda una declaración de intenciones en tiempos convulsos e inciertos, cuando la sociedad española necesita volver la vista atrás, y reconocerse en el espejo de su historia. Entender que es en el reflejo de la libertad, la tolerancia y el progreso, cuando nos ha ido bien como país. Pero también, cuando hemos entendido el proyecto de país como un ejercicio de respeto hacia otras sensibilidades políticas y humanas. 
Volver la vista, para identificarnos con el retrato que Machado hizo de sí  mismo: Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,/pero  mi verso brota de manantial sereno;/y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,/soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bullying político

  Pasados ya los días de tensión nacional e internacional y de incertidumbre expectante que hemos tenido en España y quizá en parte del mund...