viernes, 8 de marzo de 2019

No soy feminista, pero...


Publicado en Levante de Castellón el 9 de marzo de 2019

No soy feminista. Aunque en la actualidad decir esto no es políticamente correcto, no lo soy. Y no lo digo como una declaración solemne ni mucho menos como afirmación contraria al feminismo. No lo soy porque creo firmemente en la igualdad desde la diferencia, en la variedad de los discursos y, por tanto, pasar del monolítico machismo a un  monolítico feminismo, es no reconocer las diferencias, para convertirnos en seres de una sola ideología marcando el paso de la oca.
                El feminismo es una reivindicación necesaria y cuanto más transversal sea, mejor. Pero no es un credo panteísta con soluciones para todos los problemas que tiene la sociedad. Es una doctrina más en el contexto global, al igual que lo puede ser el ecologismo o algunos de los nuevos -ismos- que han ido apareciendo en el último siglo. En un artículo publicado en la revista Dossiers Feministes, por Ariadna Royo Herrera, bajo el título “Al otro lado del Atlántico: las afroamericanas y su lucha doble por la igualdad”, vemos cómo las mujeres negras de EEUU, tuvieron que luchar contra el desprecio de las mujeres blancas feministas durante el siglo XIX y gran parte del Siglo XX, porque estas no querían que su lucha se viera contaminada por la incultura de la población afroamericana. Un claro ejemplo de feminismo racista, que nada tiene que ver con  la universalidad de la igualdad.
¿Qué significa esto? Que una puede ser feminista, pero no tiene por qué ser ecologista o solidaria o antirracista y viceversa.  Porque el feminismo no nace de una comprensión global de la sociedad fundamentada en la justicia social y el bienestar. Pertenece más, como idea, a un concepto de lucha de género, ante la injusticia de la desigualdad,  que puede llegar a ser excluyente, dependiendo de la ideología, la clase social, la raza o la religión de cada  mujer u hombre. Por eso caben las interpretaciones, habiendo un  feminismo de izquierdas, otro de derechas, otro liberal, otro socialista, etc., dependiendo de la interpretación  que cada uno y una tenga de la sociedad. No es el  mismo feminismo el que reivindica la derecha liberal, que sólo se queda en un requerimiento de igualdad de género (lo que no es poco), que el feminismo de izquierdas, que plantea una sociedad, no solo de igualdad, sino también de justicia social y distribución de la riqueza.
                Creo más en una sociedad justa y basada en los planteamientos de izquierda, que en una sociedad donde las  mujeres consigan alcanzar la igualdad de género, pero se siga manteniendo la desigualdad social y económica. Lo que no me quita para defender muchos de los planteamientos feministas, no todos, para ser sincero. Las reivindicaciones del feminismo son una necesidad perentoria para que la sociedad, compuesta por hombres y mujeres, pueda caminar hacia la igualdad de género y en un escalón superior hacia una sociedad más justa e igualitaria. Si no es así, nada habremos avanzado y el mundo seguirá siendo igual de injusto que hasta ahora, pero con una diferencia, en ese injusticia participarán de pleno derecho las mujeres. No puede haber igualdad sin justicia social y reparto equitativo de la riqueza, que son las fuentes de  donde no bebe el machismo. Ya que éste representa un modelo de sociedad basado en el poder desigual de unos: los poderosos, y otros: el resto.
                Sin embargo, las mujeres y los hombres, sí tenemos un reto inmediato, perentorio, urgente que afrontar. Estoy hablando de la seguridad de las mujeres, de esa violencia machista que se ensaña con ellas. Una sociedad no es decente mientras consienta esto; mientras no sea implacable con el maltrato, ya sea éste por acción u omisión. No se puede consentir que el poder siga sin tomarse en serio este problema, sin aplicar medidas drásticas y contundentes a corto plazo y educativas a medio y largo plazo.
                Por todo lo anterior, el 8 de marzo es más necesario que nunca. Su ruido tiene que ser tan grande, que el eco dure todo el año, para que no se nos olvide que los hombres y las mujeres tenemos derecho a vivir en paz, concordia, igualdad, equidad y deseo sin sufrimiento.
                Pero volviendo al principio: ¿Por qué no soy feminista? Porque creo que desde la perspectiva de un hombre es muy difícil sentir la desigualdad como la sienten las  mujeres. Nosotros, en general, no tenemos brecha salarial ni doble tarea ni sufrimos el maltrato ni andamos por la calle con miedo a que algún descerebrado nos viole ni morimos por violencia de género ni somos ninguneados en nuestros oficios,  ni tantas otras cosas que no podemos sentir igual que las mujeres. Los hombres lo que deberíamos hacer es solidarizarnos con ellas, apoyarlas en la lucha contra la desigualdad de género, hacer que sientan que no están solas en su camino hacia la igualdad y abandonar el machismo, no sólo por estética, también por ética, el de pequeños actos que muchas veces no somos conscientes, pero que ahondan en la brecha de la desigualdad de género. Revelarnos contra la violencia que ejercen otros hombres sobre las  mujeres, eso sí que sería un gran  paso adelante.  Sólo así, conseguiremos que la lucha de las mujeres alcance su propósito y habremos puesto un pilar fundamental en la construcción de una sociedad más justa.

https://www.levante-emv.com/castello/2019/03/09/feminista/1846136.html

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