Publicado en Levante de Castellón el 15 de marzo de 2019
Tiene gracia
que tenga que ser una adolescente de 16 años, quien esté sacudiendo la
conciencia ecologista de los europeos, sacándonos de nuestro estado de abulia
autosuficiente, que está convirtiendo la supervivencia futura del planeta en un
especie de superproducción hollywoodiense, de sálvese quien pueda en el último
minuto. Un sálvese quien pueda en el que probablemente ni usted ni yo estemos incluidos.
Greta
Thunberg, está consiguiendo con su tenacidad y liderazgo, que la juventud
europea esté tomando conciencia de un problema que los adultos no hemos sabido
gestionar. Su frase: Nosotros solo somos niños que protestan, no deberíamos estar haciendo
esto, no deberíamos tener que hacerlo, sentir que nuestro futuro está amenazado
hasta el punto de tener que faltar a clase por luchar por esto. Es un fracaso
de las generaciones anteriores que no han hecho nada, es una bofetada merecida en toda la
cara de los mayores, que en teoría deberíamos estar preocupados y activos en
asegurar el futuro de nuestros hijos. Y cuando digo futuro, no me estoy
refiriendo a ese futuro que todos los padres soñamos para nuestros hijos e hijas de comodidad y
solvencia económica, sino al FUTURO con mayúsculas, el que si no salvaguardamos,
cualquier otra posibilidad de vida que podamos imaginar, será una lotería al
albur de la ambición de los poderosos y la contestación de la naturaleza,
cuando ésta pierde el equilibrio que sostiene la vida tal como la conocemos.
Los
“Viernes para el futuro”, están revolucionando
la adolescencia europea, con miles de jóvenes todas las semanas
reclamando que se haga algo para detener el cambio climático, que posibilite
vivir en un planeta donde no tengamos que estar pendientes de la próxima
catástrofe natural por venir. Exigen, con la bendita vehemencia de la juventud,
que los mayores reaccionemos, porque ellos tienen una capacidad de acción
limitada, al no poder votar y elegir representantes y gobernantes concienciados
con el cambio climático y dispuestos a hacer políticas para revertirlos.
Hay
una película que se etiquetó como cine de catástrofes, pero que tiene un
mensaje demasiado explícito sobre la dejadez militante del poder político,
absolutamente abducido por el poder económico en nuestras sociedades. Quizá por eso se relegó
al cine de serie B, para que no tuviera mucha repercusión en la conciencia de
la gente. Me refiero a “El día después de mañana”, de Roland
Emmerich, que más allá de que la teoría que propone nos pueda parecer disparatada
o no, lo cierto es que esconde toda la cobardía y las mentiras, que ahora Greta
Thunberg y sus “Viernes para el futuro” está denunciando, como una llamada a la
cordura y sensatez para la subsistencia.
En
los próximos meses tenemos en España todas las elecciones posibles, que van a determinar nuestras vidas durante los años venideros, en
función de quienes elijamos para gobernar las instituciones: ayuntamientos,
comunidades autónomas y cortes generales.
No menos importantes van a ser las europeas, si de una vez por todas nos
damos cuenta de que una parte importante de nuestras leyes se discuten y
aprueban en la UE . En todas ellas, las políticas medioambientales deberían
estar en el centro del debate, pero mucho me temo que, en el mejor de los
casos, van a pasar inadvertidas, fagocitadas por las banderas, los himnos y
todo aquello que pueda desviar la atención de las cosas que realmente deberían
ser objeto de interés de la ciudadanía. Y el medio ambiente lo es, y mucho.
Soy una niña que dice que otras personas
están robando mi futuro. Quizá no somos conscientes de la gravedad del
asunto y tenga que ser una adolescente, la que nos haga sentir vergüenza, por
no haber sabido o querido legar un futuro a nuestros hijos, por lo menos de seguridad vital. Todavía
estamos a tiempo para revertir la situación, para que los jóvenes tomen
conciencia de los problemas que tiene el planeta y todos nosotros, sin
necesidad de tener que dejar de asistir a clase. De ahí la importancia del voto
en las próximas elecciones.
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