Convendría
que quienes se han dejado atrapar en la izquierda y el centro izquierda por el
discurso negacionista de la política y los políticos, o quienes se han apuntado
al antisanchismo sin ponerse a pensar qué significa esto, recordaran aquellos
viernes de reformas en los que la vicepresidenta del gobierno del Partido
Popular, Soraya Sáez de Santamaría, anunciaba leyes y medidas, que bajo la
apariencia de modernizar España, lo que realmente significaban era un retroceso
en derechos civiles, laborales, sociales…, sin dejar atrás la regresión en medioambiente,
sanidad pública, educación, pensiones, servicios sociales y reparto injusto de
la riqueza y la austeridad entre clases sociales; en definitiva, aquellos
viernes en los que el Partido Popular, él solito, sin extrema derecha, empezó a
desmantelar el incipiente estado de bienestar que la democracia, sobre todo en los
periodos de gobiernos socialistas y progresistas, estaba implantando en España.
También podríamos hacer un esfuerzo de memoria (por algo será que lo de la
memoria no le interesa a la derecha) y recordar los anuncios que hacía el candidato
a presidente, Mariano Rajoy, de regenerar España. España necesita un cambio,
empezaba su programa electoral, pasando a continuación a dedicarl una enciclopedia
de improperios al Partido Socialista, como el leviatán que había llevado a
España a la ruina (¿Les suena de algo esto?), para luego hacer justo todo lo
contrario de lo que prometieron para la regeneración del país.
En algún
momento de su vida dijo Mark Twain: La historia no se repite pero rima.
Pero en esta campaña electoral para las elecciones del 23-J, rima tanto lo que
dice el PP con la de 2011, que más bien parece un estrambote de la historia que
ya vivimos hace unos años, plagada de mentiras, sobreactuaciones e improperios
de bastante mal gusto contra el presidente Zapatero. Hemos pasado del antizapaterismo
al antisanchismo, en la dialéctica electoral de la derecha, como únicos argumentos
electorales. Todo obedece a una estrategia que consiste en levantar una cortina
de humo, para que la ciudadanía no sepa realmente cuáles son las verdaderas
intenciones que esconde el Partido Popular, si llega al gobierno.
Hay que
derogar el sanchismo, dice Núñez Feijoo, cuando realmente lo que está diciendo
es que va a derogar todas las políticas progresistas implantadas por el gobierno
de Pedro Sánchez en derechos sociales y civiles; todas las políticas laborales implementadas
y acordadas por la vicepresidenta Yolanda Díaz; todas las políticas de género
puestas en marcha desde el ministerio de Igualdad dirigido por Irene Montero;
todas las políticas económicas, dirigidas por la ministra Nadia Calviño, que
están haciendo de España uno de los países más prósperos de la Unión Europea;
todas las políticas medioambientales y de transición energética que salen del
ministerio de Transición Ecológica, dirigido por María Teresa Ribera; en definitiva,
y para no extenderme más: todas las políticas de modernización y extensión del
estado de bienestar que el gobierno actual ha desarrollado, que, por supuesto,
no son del gusto de la derecha y la extrema derecha, más partidarias de echar
el cerrojo al progreso y la justicia social.
Es
por ello que Núñez Feijoo quiere derogar, pero sin que lo parezca. Igual que pacta
con la extrema derecha de Vox, haciéndonos creer que es lo mejor para España y
que no son pactos, sino acuerdos de gobierno, como si fuera igual gobernar
mirando a una España que nos recuerda demasiado al pasado más inmediato, que a
un España de progreso y avances sociales, culturales y económicos. Así, desde
ahora Núñez Feijoo ya no va a derogar nada, sólo va a revisar. Claro que no
dice lo que va a revisar, porque revisando, revisando nos podemos volver a dar
de bruces con nuevos recortes sociales y una regresión en derechos laborales, de
género, LGTBI, etc., que al final sean como si se hubiera derogado todo. Es la
utilización de un lenguaje perverso que es más un trampantojo, con el que nos quieren
hacer ver que una cosa es lo que realmente no es.
Y no
se trata de ser catastrofista o de que avanzar o retroceder sea una cuestión
ideológica, no. Hay ideologías, que en sí mismas son retrógradas, y si no que
nos expliquen que puede significar eliminar el derecho al aborto, la eutanasia,
la libertad de elección de género y sexo, la lapidación de la memoria histórica,
etc. Objetivamente, aunque a muchos les guste o les dé igual, es una involución,
igual que lo fueron los viernes de reformas de Soraya Sáez de Santamaría y los
serán, en este caso los martes, si Núñez Feijoo acaba siendo presidente del Gobierno,
con o sin el apoyo de la extrema derecha.
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