¡¡Salvadores!!
¡¡Qué Dios nos libre de ellos!!
Mesiánicos convencidos, neoliberales interesados, ególatras con vocación de
salvapatrias, purpurados con vocación de salvaalmas, millonarios que solo quieren salvar su culo…
y su dinero, etc., etc., etc. Es lo que pasa cuando una sociedad deja de
cumplir con su obligación de mejorar la vida de la gente y da paso a todo tipo
de especuladores del bien y del mal, este normalmente ajeno.
Salvadores
como el Banco Central Europeo, que se revuelve cuando un gobierno decide que la
banca tiene que pagar más impuestos, sobre todo cuando está ganando el dinero
en exceso a costa de sus clientes. Pero claro, a quién le puede extrañar que el
BCE salga en defensa de los bancos con mensajes torticeros sobre la
inevitabilidad de tener que hacer lo que los consejos de administración deciden
que es mejor para ellos.
Salvadores
como los partidos que se arrogan la obligación de defender la patria, aun a
costa de sus ciudadanos, pero que en realidad solo buscan un abono fácil para
ganar elecciones. Aquellos que cuando no gobiernan prefieren que todo vaya mal y, como los bomberos pirómanos, luego ya llegarán ellos para salvar el país; su
país imaginado de banderas, himnos y mentiras bien regadas de dinero público en
los medios.
Salvadores
como los millonarios metidos a
políticos: Berlusconi, Musk, Trump, etc., que tras un trampantojo de reformas
que siempre van en la misma dirección, es decir la de proteger su dinero, convenciéndonos
de que solo ellos pueden salvar nuestras carteras cuando la suyas ya estén bien
repletas. O bien, aquellos que solo les
interesa salvarse así mismo de sus fechorías, cuando los tribunales ya no
pueden mirar más para otro lado, haciéndonos creer que la justicia es igual
para todos.
Salvadores
como los mesiánicos de la política, a derecha e izquierda, que entienden las
ideas como una religión monoteísta, ante la que hay que arrodillarse y
agradecer, con una dosis infinita de fe,
que ellos están ahí para salvarnos de
nuestra ignorancia.
Como
una maldición divina, ahora que conseguíamos liberarnos de los salvadores de
almas que tan sumisos nos tenían, para mayor gloria de la buena vida clerical,
nos llegan los salvadores laicos, con idénticas mentiras y mismos mensajes
milenaristas de apocalipsis, que no nos tienen menos mansos que los profetas de
la vida eterna.
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