La
grandeza de un museo puede venir por muchos caminos, pero qué duda cabe que la
importancia de su colección de obras de arte colabora a situarlo en una especie
de Olimpo que todo el mundo desea visitar. Porque no nos engañemos, los museos
tienen una principal razón de ser, que no es otra que la de albergar arte y
mostrarlo al público. Albergar tiene que ver con cuidar, mimar, limpiar, restaurar
y proteger la obra de un artista del paso del tiempo y del olvido, porque lo
que no se ve acaba desapareciendo de la memoria colectiva. Mostrar es en señar
de la forma más adecuada posible, que puede ser cronológica, temática,
didáctica, etc., el arte que atesora al público, cumpliendo la función de
mantener vivos a los/as artistas y sus obras, además de cómo era el mundo en el
que ellos vivieron y lo que es más importante, cómo lo vieron y fueron capaces
de transmitirnos lo que sentían. Porque el arte no es otra cosa que atraparnos
en ese torbellino de pasión, emociones y sentimientos, que el artista ha
experimentado ante la vida que le rodea.
Nada
llega por casualidad, y para un museo mucho menos, porque aunque la suerte
puede rondar sus puertas, nunca llama si antes no ha habido un trabajo serio,
silencioso y meticuloso en el que la gestión acertada es fundamental, pero
también la pasión que le ponen todas las personas que trabajan para que su
museo sea digno de ser visto y amado.
Esto
es lo que viene haciendo el MACVAC, Museo de Arte Contemporáneo Vicente
Aguilera Cerni de Vilafamés, desde hace décadas: trabajar sin prisa, pero sin
pausa, para consolidar aquella magnífica obra, que es el legado de su fundador
Vicente Aguilera y todos los/as artistas que participaron en sus inicios.
Consolidar, y ensanchar su catálogo museográfico hasta convertirlo en una pieza
fundamental en el puzle museístico español, y esencial si hablamos de arte
contemporáneo.
Ese
trabajo ha dado un fruto que va a engrandecer de tal manera la obra que
alberga, que ya no puede haber vuelta atrás en su ascenso a ese Olimpo al que
muchos museos desean llegar. Me estoy refiriendo, concretamente, a la llegada
al MACVAC de la Colección Fracaral, del coleccionista cacereño Javier
García Martín y sus hijos. Una colección atesorada pasito a pasito durante
treinta años, que ahora va a estar a la vista de todos los visitantes del
MACVAC, en diálogo con las obras que ya pertenecen al mundo expositivo del
museo.
Esculturas
de Pablo Serrano, Oteiza y Vostell. Fotografías de Dora Maar, Greta
Stern, Germaine Krull. Pinturas de Miquel Barceló, Tàpies, Warhol,
Basquiat, Picasso, Pérez Villalta, Loló Soldevilla, Menchu Gual, Motherwell, Hockney,
Morandi, Baselitz, Udaltsova y un elenco de artistas que completarán las 24
obras iniciales que ya han llegado al MACVAC y van a internacionalizar más, si
cabe, su colección, que si ya transcendía al ámbito rural en el que se
encuentra el museo, ahora va a proyectarlo más allá de los límites de cualquier
frontera artística. Y todo, gracias a la generosidad de un coleccionista,
deseoso de que su obra quede preservada para el futuro y cuelgue de las paredes
siempre agradecidas de un gran museo. Pero también, gracias a la laboriosidad,
no exenta de pasión, de todo el equipo que trabaja en el MACVAC.
Lo
último que se me ocurre decir, es que la Comunidad Valenciana, Castellón y
Vilafamés, están de enhorabuena.
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