¿Qué significa eso de una democracia
plena? Miro los pliegues de las democracias del mundo y no veo plenitud por ningún
lado. Donde no cuecen habas, se rompen
las nueces. Y es que buscar la plenitud en algo tan racional como una democracia
es querer encontrar la perfección en un olivo, y mira que hay algunos
preciosos. La plenitud solo se puede alcanzar cuando tu equipo de fútbol gana la
Champions, aunque juegue rematadamente mal, o después de una noche mítica, en
la que de repente te das cuenta de que has echado el polvo de tu vida, y lo
reconoces porque tienes las emociones a flor de piel y la cabeza tan llena de
felicidad que no cabe nada más. Y es que
lo único que nos puede llenar, como sociedad o como individuos, son las
emociones, tan irracionales ellas. La belleza está en el caos, aunque sea geométrico,
porque los humanos somos caóticos, por mucho que nos empeñemos en demostrar lo
contrario. Por eso se inventaron las leyes, para que no nos comamos unos a otros
y pueda haber unas pautas mínimas de convivencia.
El sueño de la razón produce monstruos,
pintó Goya, augur que supo ver como querer ordenar la vida desde la racionalidad
perfecta es imposible y acaba provocándonos pesadillas o en el mejor de los casos
dejarnos llevar por la ficción de una realidad artificial, que nada tiene que
ver con el mundo que nos rodea, devorado por el caos.
Claro que la democracia en España
no es plena y está plagada de imperfecciones; a fin de cuentas, es una construcción
humana, y como todo lo que construyen hombres y mujeres se queda corto y nunca
los satisface. Para eso inventamos la
crítica, aunque a veces es tan destructiva que solo alimenta nuestra necesidad
de caos, como una forma de alcanzar la plenitud emocional, o como respuesta a
lo que nos parece mal y no somos capaces de cambiarlo o mejorarlo por los
caminos de la imperfección de la razón. Eso exige demasiado esfuerzo empático y
no siempre estamos dispuestos a ello.
Si pensamos por qué nuestra democracia no es
plena me puedo imaginar de golpe una docena de casos que corroborarían la
afirmación, lo que nos tendría que conducir
a mejorarla; a veces se intenta y se consigue cuando entendemos que algo tan irracional
como la utopía es posible, y emociona intentar alcanzarla.
No hagamos entonces del asunto un
drama social, en el que aprovechemos para tirarnos a la cara unos a otros los
dardos de la culpabilidad, lo que implica que si tú eres culpable yo soy
inocente y entonces empieza la guerra de los reproches y la caza de brujas. Porque
al final, lo que nos devorará será la irracionalidad emocional de la victoria, aunque
sea machacando al otro. Un caos oscuro cómo las pinturas negras de Goya. Un agujero
negro, que acabará engulléndolo todo.
Dicho esto, querido Pablo, tienes
toda la razón cuando dices que España no es una democracia plena. La prueba más
evidente es que has desatado a las fieras que llevan tiempo esperando tu linchamiento
público y convertido unas afirmaciones, que deberían ser objeto de reflexión,
en un Auto de Fe, oficiado por aquellos que prefieren verte con el capirote
expuesto al escarnio público, simplemente porque les estropeas la placidez de
sus mentes tan vacías, que ya ni siquiera ven monstruos cuando intentan razonar,
porque hace mucho tiempo que no son felices, ni siquiera en la irracionalidad
de su vacuidad. Inquisidores, que habrían cumplido fielmente su papel en otro
tiempo de monstruos reales.
Nuestra democracia es manifiestamente
mejorable, pero siempre será imperfecta. Lo que no debemos hacer es caer en el
sueño de la razón, porque los monstruos nos paralizarían. Mejor creer que es imperfecta
y dejarnos llevar por la emoción del caos, única fuerza capaz de cambiar las
cosas y admitir sueños tan irracionales como la utopía.
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