lunes, 30 de marzo de 2020

Decimosexto día de cuarentena. Con el dinero hemos topado


Decimosexto día de cuarentena.  Empezamos la tercera semana de confinamiento y con el dinero hemos topado. El buenismo empresarial por las medidas del gobierno se ha hecho añicos cuando se decreta que la economía tiene que hibernarse unas semanas. La misiva de anteponer la salud al dinero parece que quedaba muy bien en los telediarios mientras no afectara a la cartera del poder económico. Al final, todo se sabe y para muchos la economía está por encima de la salud. La gente tiene que ir a trabajar, cueste lo que cueste o si no al paro. Que pague el estado, no vaya a ser que al final el coronavirus afecte a los beneficios y los millonarios lo sean un poco menos. No se ofendan , pero si los trabajadores y pequeños autónomos están ya padeciendo en sus ajustadas economías las medidas de confinamiento; sí las entidades deportivas están pasándolo mal por el cierre de las competiciones; si el mundo académico: estudiantes y profesores, están haciendo un esfuerzo ímprobo para no perder el curso; hasta la Iglesia ha entendido la gravedad del problema, cerrando los templos. Si el mundo de la cultura ha quedado arrasado;  si la sociedad en su conjunto, salvo los cernícalos que piensan que en el  mundo sólo viven ellos, está dando un inmenso do de pecho encerrándose en sus casas, ¿por qué los grandes empresarios no pueden asumir que esto les supone, a ellos también, un coste?  
El confinamiento casi total no es un disparate, como algunos están dejando entrever. Solo cuando salgamos de esta la economía podrá recuperarse. Esto no es una guerra en donde los muertos son daños colaterales. Se puede evitar si actuamos con rigor y disciplina. No hay otra. Lo que no pueden pretender algunos es que todo el coste, todo el esfuerzo recaiga sobre los trabajadores y clases medias, igual que en la crisis del 2008.
Hoy hablaba en una emisora de radio un dirigente de una patronal y decía que el bienestar común se podía mirar desde diferentes puntos de vista. Nada que objetar. Pero aquí no estamos hablando de eso. Hablamos de la salud y la vida de las personas, de no quebrar un sistema sanitario que nos alberga a todos, que sin esto no hay bienestar común que valga, a no ser que haya quien piense que está inmunizado y que de todas las crisis siempre sale indemne. No han entendido nada. Hasta las ocho.  


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