lunes, 16 de marzo de 2020

Primer día laboral de la cuarentena


Segundo día de cuarentena. Llueve, aunque no hace demasiado frío. La verdad es que el día no invita a salir. Buena noticia. Como Dios aprieta y  no ahoga, podría estar lloviendo todos estos días (con moderación, por su puesto, a ver si va a caer otro diluvio y se va a freír  monas la cuarentena), y así estamos más a gusto en casa y rellenamos los pantanos.
Hoy es el primer día laboral después del toque de queda permanente decretado el sábado y veo con consternación que todos esos cantos de sirena al teletrabajo, con entrevistas incluidas a supuestas teletrabajadoras (digo esto porque he observado una cierta dosis de machismo, al ser las entrevistadas casi todas ellas mujeres; debe ser que el teletrabajo es cosa de féminas, para que puedan hacerse cargo de los niños) cantando las alabanzas de esta creciente forma de trabajar, que tantos costes ahorra a las empresas; aunque no he visto que se haya preguntado mucho sobre el tema en los barrios ahora llamados periféricos, antaño llamados “obreros”.  
La respuesta ha venido hoy, cuando los transportes públicos se han vuelto a llenar de gente, a pesar de las restricciones a la movilidad. Pero es que la gente tiene que trabajar, y la realidad es siempre un bofetón no deseado al  mundo virtual. Parece que algunos planificadores no se enteran de que para la mayoría de los trabajadores el teletrabajo es una entelequia, algo imposible, por la simple razón de que tienen profesiones en las que el teletrabajo no cabe. No voy a poner ejemplos.  
Visto lo visto, en este segundo día de cuarentena nacional, pienso si no sería posible que la gente de las grandes empresas, de esas que ganan siempre y si no lo hacen las autoridades acuden presto a su rescate, se quedaran en casa. ¿A caso no pueden soportar pagar a sus empleados un par de semanas sin trabajar, por seguridad nacional y sus propios trabajadores? No tiene sentido que se nos confine en nuestras casas, que se esté insistiendo constantemente en que la vacuna del coronavirus es nuestro aislamiento, y luego miles o millones de trabajadores y trabajadoras tengan que exponerse a ser contagiados o a contagiar en sus puestos de trabajo o en los desplazamientos a los mismos.
Si el país tiene que aislarse, lavarse las manos y establecer una distancia de seguridad entre unos y otros, que se haga, pero que se haga solo con las excepciones de aquellos trabajos y servicios esenciales para combatir el virus, garantizar la seguridad y el funcionamiento de las infraestructuras básicas.  



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