jueves, 19 de marzo de 2020

Quinto día de cuarentena. Ciudades vacías


Quinto día de cuarentena. Las ciudades vacías ejercen sobre mí una fascinación magnética. Quizá porque son la gran obra de la humanidad en el planeta. Por alguna razón, cuando veo las avenidas desérticas no me siento solo. Debe ser, que se activa en mi memoria ancestral la necesidad de seguridad, que las ciudades han proporcionado a ese miedo atávico, que tenemos los humanos al vacío a la soledad no deseada.
 En este día del Padre, que ya solo adquiere la categoría de fiesta en algunas regiones de esta España vaciada, y no me refiero al campo, salgo a pasear con mi perro y mi mascarilla (un tormento que no para de empañarme las gafas) y me encuentro con calles vacías, aparentemente sin vida, iluminadas por un sol calimoso de primavera. Es una sensación rara, no como la que se tiene cuando a uno se le hecha la noche encima y vuelve a su casa de madrugada. Es distinto. Es un silencio diferente, porque sabes que detrás de cada ventana, de cada balcón, la vida está bullendo, reinventándose, recuperando el tiempo perdido entre prisas y olvido de nosotros mismos.
Se oye música que se escapa por la ventana de alguien; incluso una tabla de gimnasia: ¡¡¡un, dos tres, aaarriba; aguantamos yyyyy abajo!!!. Hay vecinas que charlan de balcón a balcón, como los que ya no somos jóvenes recordamos que se hacía antes. Suena un clarinete de alguien que está ensayando, y no echo de menos el ruido de los coches, sustituidos por gente paseando perros. Mascarillas, cada vez más, como si estuviéramos cayendo en la cuenta de que es un elemento protector, que algo hará.
Hay un mundo que se está construyendo al margen de la calle, quizá con fechad de caducidad y producto de la supervivencia. Estamos constatando que somos gregarios, qué nos necesitamos para las cosas más nimias, que, a fin de cuentas, son las más importantes. Qué la vida, a pesar de los mensajes de exaltación del individuo de algunas corrientes político/filosóficas, no es nada sin el otro, sin la aprobación o reprobación de los que nos rodean.  
Feliz Día del Padre a todos y todas, y a los Pepes, también. Y esperanza de que aunque sea solo un poquito estemos haciendo lo correcto, para que podamos volver a abrazarnos, aunque se vuelvan a llenar las calles.

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