miércoles, 4 de marzo de 2020

Amas de casa. Las grandes olvidadas


En unos días se celebra el día internacional de la mujer. Reivindicaciones necesarias contra la violencia de género, la brecha salarial, la igualdad de oportunidades, etc., estarán en la calle. Incluso se hablará más de la ausencia de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas, que de aquellas que después de toda una vida sosteniendo la sociedad como amas de casa, llegan a la edad de jubilación sin derecho a pensión. Digamos que son las grandes olvidadas de cualquier debate sobre la igualdad de género.
Mujeres que no han trabajado o dejaron de trabajar por la imposición de una concepción machista del mundo laboral; que han sido el soporte donde se han sostenido las familias, que es como decir la organización básica de la sociedad; que han limpiado la casa, cuidado a los hijos en la salud y la enfermedad; atendido al marido para que fuera a trabajar con la ropa planchada; fregado, cocinado; se han encargado de toda la logística familiar; han sido cuidadoras de padres, hijos o maridos dependientes. Mujeres sin las cuales nada habría funcionado, porque el mundo se sustentaba sobre su trabajo, siguen siendo las grandes olvidadas.
En un momento de reivindicación del papel de la mujer en la sociedad, no podemos dejar al margen a todas esas mujeres: nuestras madres, hermanas, tías, amigas, que han trabajado sin descanso, sin horarios, sin vacaciones, sin ningún tipo de regulación laboral,  por mucho que nos parezca que esos tiempos son para olvidar.
Lo menos que la sociedad podría hacer como reconocimiento a  su papel es poner en valor el trabajo que han hecho  a lo largo de su vida, no solo con palabras, sino con hechos. Las amas de casa deberían tener derecho a una pensión, que las permitiera saber que su trabajo ha sido relevante más allá del ámbito de su familia.
Está bien que se consiga romper la jaula de cristal por arriba y todas las mujeres compitan en igualdad de condiciones y oportunidades. Pero por abajo hay un suelo de barro que oculta una realidad que casi nadie quiere reconocer. Porque las amas de casa han sido y siguen siendo las grandes marginadas y sufridoras del machismo que impera en la sociedad. 


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