Aunque
el terreno lo vienen abonando desde hace tiempo. No ha habido un solo día que
no hayan hablado de gobierno ilegítimo, como si los que hemos votado a los
partidos que sostienen el gobierno fuésemos hijos bastardos de esa madre patria
que tanto adoran. Los improperios se multiplican: gobierno felón, subalterno,
cautivo, soberbio, okupa, mentiroso, ególatra, traidor… y en poco tiempo
volverán a sacar a relucir lo de comunista bolivariano, aunque de Venezuela
ahora ya no se estira tanto, que los EEUU están a partir un piñón con Maduro
por el petróleo.
Incluso,
parece, que no les ha parecido tan mal el intento de golpe de estado que la
extrema derecha ha protagonizado en Brasil. Solo tenemos que leer las suaves
declaraciones en contra, después de justificar que en España pudiera pasar algo
parecido, porque Pedro Sánchez, si no se lo merece, también sería el culpable.
No hay nada como las contradicciones de un mentiroso.
Parece
que en España resulta imposible que la derecha entre por la senda de la
democracia. Y eso, a pesar de que la boca se les llena de Constitución, siempre
en mayúsculas, porque cuando bajamos a la minúscula de los artículos se pierden
en un laberinto de olvidos, no vaya a ser que descubramos lo poco que les
interesa que esta se desarrolle de verdad. Una derecha con demasiados tics de
la dictadura; incapaz de asumir que su papel en democracia solo tiene sentido
si son leales a las leyes, las instituciones y, sobre todo, a los españoles.
Y
resulta triste, que después de cuarenta años siga sin democratizarse, anclada
en el insulto, la mentira y la ruptura de la convivencia democrática. Con un
único discurso, que les otorga, por inspiración divina, ser los únicos
legitimados para ostentar el poder. No nos ha de extrañar, entonces, que estén
preparando el camino para alcanzarlo como sea, si las urnas no les son
favorables.
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