Una
vez más el derecho al aborto le ha explotado al Partido Popular en las manos.
Es lo que pasa cuando se piensa una cosa y se quiere defender la contraria, que
siempre, por algún sitio, se rasgan las costuras y se le acaban viendo a uno
las partes pudendas. Y es que, por mucho que vaya el diablo al convento, jamás
será monja. Y así, el Partido Popular, ora de Rajoy, Casado o Feijoo, nunca ha
visto con buenos ojos que las mujeres sean dueñas de sus decisiones, y sobre
todo cuando estas tienen que ver con su cuerpo, que como todos y todas ustedes
saben no es del alago de las iglesias de diferentes credos repartidas por el
mundo.
La
guerra del aborto está servida, una vez más, después de cuatro décadas de
democracia, lo que demuestra que la derecha sigue sin cambiar su moral católica,
apostólica y romana, emponzoñando la vida de las mujeres, a las que no descansa
de señalarlas como culpables pecadoras si se les pasa por la cabeza la idea de
abortar, haciendo uso del derecho a gobernar y planificar su vida, que nadie
cuestionaría en un hombre.
Sin
embargo, más allá de esta contienda entre defensores y retractores del aborto;
entre izquierda y derecha por la afirmación o la negación del derecho; entre el
Partido Popular y Vox, que están embarcados en su batalla naval a ver quién
acaba haciéndose dueño del voto portuario del otro… lo que llama la atención es
la poca consideración que tiene la derecha, en su conjunto, hacia la
inteligencia de las mujeres. Siguen instalados en la creencia de que las
mujeres deben estar tuteladas por el hombre a la hora de tomar decisiones que
atañen exclusivamente a su integridad como personas. Ya saben aquello de la
costilla de Adán. Si no ¿a cuento de qué viene el mantra de informar a las
mujeres sobre lo triste que es abortar, como si estas no lo supieran de sobra?
¿Por qué ese empeño en negar su capacidad de decidir? No nos engañemos, todas
esas obligaciones, como en Castilla-León, o recomendaciones, como en Madrid,
solo tienen como objetivo hacer que las mujeres se sientan culpables de ejercer
un derecho que a ellos no les gusta.
El
pecado, la culpa; las mujeres incapaces de tomar sus propias decisiones,
siempre al servicio de los intereses de la religión como procreadora de nuevos
fieles en la gloria del Señor y como soporte del hombre, que es el que debe
velar por su bienestar, son la sustancia de todo lo que estamos viviendo otra
vez, por una derecha que todo lo enfanga en interés de su moral y su
bolsillo.
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