En los años ochenta muchos
clamamos contra la OTAN, incluso algunos votamos por no entrar. Éramos jóvenes
felices e indocumentados, embebidos en la inocencia de una izquierda, que veía
el mundo como un jardín de flores, incapaz de ver que el lobo siempre está al
acecho. Éramos pacifistas que creíamos en la bondad de la humanidad, que yo no
digo que esté mal, sobre todo cuando tienes veinte años y la vida no te ha
hecho ver que hay mucho mamón suelto, dispuesto a vender su alma al diablo,
para llevarse por delante todo aquello que entorpezca su narcisismo.
También había motivos para pensar
que todo estaba cambiando. La llegada de Gorbachov al poder en la URSS en 1985,
podía significar el fin del enfrentamiento entre el este de Europa y occidente.
Además, nuestra ceguera eurocéntrica (esto es válido para la derecha y la izquierda)
nos impedía ver que muchas cosas estaban cambiando y nuevos actores llamaban a
la puerta reclamando una posición de valor en el reparto geoestratégico del
planeta. Como así ha sido.
Vivíamos en un mundo muy distinto
al actual. El de ahora, con manadas de
lobos pululando a nuestro alrededor, dispuestos a hincarnos el diente, a la
primera de cambio. Lobos financieros; lobos belicistas; lobos de a Dios rogando
y con el mazo dando; lobos políticos ahítos de poder.
Si algo he aprendido, muy a pesar
mío, a lo largo de todos estos años, es que la seguridad es un valor
fundamental en una sociedad democrática. Porque de nada sirve creer que vivimos
en el mejor de los sistemas políticos posibles, si no tenemos defensa contra
los lobos. A veces me pregunto si la OTAN y occidente, en vez de haber estado
jugando a los barquitos durante estos años o al Monopoli con los oligarcas
rusos, con su sátrapa a la cabeza, estaríamos en esta situación. El gran truco
del diablo (digo esto como encarnación del mal) es que nos ha hecho creer que
no existe, y en occidente pecamos un poco de flower power en este aspecto.
Nunca pensé que diría esto, pero
la OTAN es hoy más necesaria que nunca, porque son muchos los que quieren
acabar con nuestro modelo de vida, con todos sus fallos incluidos, y porque al
final, Thomas Hobbes va a tener razón y el hombre es un lobo para el hombre, y
solo una buena barrera defensiva puede
impedir que nos devore.
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