Hoy hace treinta años que en este
país teníamos todos el estómago encogido por la inauguración de los Juegos
Olímpicos de Barcelona. Ese fatalismo atávico que tenemos los españoles de que
nunca hacemos nada bueno, nos hacía temer que algo sucedería que ensombrecería
el acontecimiento más grande y universal que jamás se había organizado en este
país. Por eso, a las ocho de la tarde de
ese 25 de julio de 1992, para el recuerdo, estábamos casi todos delante del
televisor con fervor y miedo, que según pasaba el espectáculo, perfecto,
sincronizado como un reloj suizo y cargado de emoción mediterránea, fuimos
cayendo en la admiración, para pasar al final al orgullo y la extrañeza porque
todo había salido bien y nos había maravillado, no solo a nosotros, sino al mundo
entero.
Barcelona 92 fue el principio de
todo, cuando todavía nada sabíamos o no queríamos saber del cambio climático y
el fascismo no andaba campando por el globo terráqueo como Pedro por su casa.
Fue el inicio de un cambio de mentalidad, de darnos cuenta de que sí éramos
capaces de hacer cosas buenas y no solo eso, sino que a lo largo de nuestra
historia habíamos hecho muchas otras extraordinarias, y que era nuestra ceguera
como sociedad, capaz de entregarse a una Leyenda Negra prefabricada por los que
otrora fueran enemigos de España, la que nos sumía en la más absoluta
irrelevancia; aunque es cierto que la dictadura de Franco no ayudo mucho a
acabar con ese sentimiento dentro y fuera de nuestras fronteras.
Pero también, fue el principio de
la explosión del deporte de élite en España. Porque nuestro asombro no se quedó ahí, en la
ceremonia de inauguración, sino que se trasladó al estadio olímpico o los
campos de competición, según íbamos viendo como España subía en el medallero a
cotas impensables años atrás (éramos los eternos cuartos). Barcelona 92 fue el
punto de inflexión desde el que nuestro deporte de élite pasó de la nada a la
gloria en muchas disciplinas; no voy a hacer aquí una lista de las gestas
deportivas de estas últimas tres décadas, porque ya las saben ustedes mejor que
yo. Pero si hoy destacamos en un buen
número de deportes , tanto individuales como de equipo, es gracias a que
Barcelona 92 impuso un modelo de gestión del deporte exitoso, siempre
mejorable, pero exitoso, y porque los españoles empezamos a creernos que no
éramos los parias de la tierra. Solo hace falta que también nos lo creamos en
otras disciplinas, que todavía no han tenido su Barcelona 92, y acabemos de una
vez por todas con aquella certera sentencia que hizo Carlos Marx de nosotros,
cuando dijo que los españoles éramos actos sin ideas e ideas sin actos.
¡¡¡Feliz Aniversario de Barcelona
92!!!
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