No dejo de pensar en lo del espionaje de Pegasus. Es como si la
cloacas del poder se hubieran independizado y se dedicaran a morder la mano que
les da de comer. Dicho de otra manera: imagínense un ciborg, que al igual que
Roy Batti, el replicante de Blade Runner, se revolviera contra quienes lo han
construido y acabara arrestándoles.
Porque Pegasus que es igual que el inteligente Roy, pero
mucho menos poético, no nos regala un monólogo como el de Lágrimas en
la lluvia: “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais…” No tiene la
capacidad de intuir su final y, por tanto, convertirse en mortal.
Aunque algo de mortal sí que tiene, por lo menos capacidad
destructiva de gobiernos, colaciones, mayorías parlamentarias, servicios de
inteligencia y sentido común de la clase política. No digamos ya en España, un
país tan cainita, que es capaz de devorarse a sí mismo, si tiene un bien motivo
para ello.
El caso es que, como la poesía es una virtud negada a la
política, una vez más estamos al borde del abismo por ese sentimiento tan
calderoniano, que nos hace morir porque el honor es patrimonio del alma y el
alma solo es de Dios.
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