Pinito del Oro fue una trapecista
española, que entre los años 50 y 60 del siglo pasado, hizo las delicias de miles de asombrados
espectadores, viéndola evolucionar en el trapecio con piruetas increíbles, que
hacían brotar de las gargantas ¡¡ooohs!! de asombro. Tuve la suerte, siendo
niño, de poder verla en aquellas maravillosas tardes del Circo Price, cuando
tenía una sede permanente en un Madrid en el que no había muchas opciones de diversión.
Con Pinito del Oro siempre estabas al
borde del infarto, incluso los pequeños corazones infantiles se resentían
cuando saltaba de un trapecio a otro y debajo no tenía ninguna protección, solo
el suelo de la pista. Porque la trapecista nunca actuó con red de seguridad, lo
que añadía una buena dosis de morbo y te en cogía hasta el alma.
Aunque esto que voy a decir a muchos
les va a escocer, el Real Madrid, en esta Champions League, antigua Copa de
Europa, se parece cada vez más a Pinito del Oro. Sus partidos de clasificación
son un “vivo sin vivir en mí”, un ejercicio trapecista sin red, en donde el
espectador, incluso hasta los que no somos muy futboleros, nos quedamos
atónitos delante de la pantalla del televisor, esperando que se produzca el
milagro de la remontada, porque si cae no hay red que lo salvaguarde. Y lo
mismo que con Pinito, el milagro se produce y el espectador entra en éxtasis.
El sufrimiento y la exaltación son dos
estados de ánimo que en el deporte van de la mano. Dos emociones que marcan la
cara y la cruz de una misma moneda, la de la pasión. Y si veíamos con
entusiasmo a Pinito del Oro rezando para que no se cayera, ahora pasa lo mismo
con el Real Madrid, que en cada clasificación ha forjado más su leyenda de
equipo planetario.
Cuando un acontecimiento no se puede
explicar con palabras, es porque rebasa los límites de nuestras entendederas, y
eso es lo que pasaba con Pinito del Oro, y pasa, ahora, con el Real Madrid.
Enhorabuena a todos su seguidores, hinchas y aficionados al fútbol. La magia
existe.
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