Lo que todos deseamos es que no
se vuelva a repetir un suceso como el que hemos pasado, pero para eso es
necesario que asumamos el grueso de la responsabilidad. El gobierno ha cumplido
su papel durante la cuarentena, pero también se la exigido que no fuera tan laxo
en la recuperación de la normalidad desde diferentes frentes. Bueno, pues ahora
nos toca a nosotros cumplir con la nuestra, que no es otra que ser prudentes.
Sí: prudentes. No es fácil, cuando se tienen muchas ganas de recuperar tantas
cosas perdidas durante el confinamiento, pero si no somos conscientes de que
depende de nosotros en su mayor medida que no vuelva a haber un gran brote descontrolado
(los brotes pequeños no van a cesar, ni siquiera cuando haya una vacuna, pero
si están sometidos a control sanitario no supondrán un gran riesgo), es que no
hemos aprendido nada en estos meses de encierro.
Durante varias semanas he tratado
de reflexionar con vosotros y vosotras sobre lo que estaba pasando. Sobre cómo
estábamos viviendo el confinamiento. Tratando de aportar un rato de ocio
literario, siempre en minúsculas, en ese gran momento de ocio en mayúsculas que
hemos vivido. Al alimón de las noticias, hemos visto la grandeza de una
sociedad que ha sido muy disciplinada y responsable; la solidaridad hacia
quienes han estado en el centro de un campo de batalla desconocido arriesgando
su salud por nosotros. Hemos aplaudido, llorado, reído, echado de menos el
contacto físico y redescubierto muchas cosas que nos habíamos ido dejando por
el camino de una vida, que más parecía una huida hacia adelante, que el disfrute
de vivir y compartir.
Pero también hemos descubierto la
mezquindad de muchos, que han antepuesto sus intereses particulares o de grupo
sobre el esfuerzo de la mayoría. De una derecha, cada vez más extrema, abonada
al bulo, la mentira y el insulto, incapaz de comprender lo que estaba sucediendo
a su alrededor; de un nacionalismo de derecha e izquierda, tan ciego como
siempre a todo lo que no sea la ensoñación de una patria diseñada por ellos a
su imagen y semejanza. Al destape de una clase social, que ha mostrado su insolidaridad
con el resto de la sociedad, mezclando sus delirios de ricos con una muestra de
zoquetismo hasta ahora nunca expuesta
tan a la luz del día. Incluso, un gobierno agarrotado en ciertos momentos, que
ha cometido errores políticos que se podrían haber evitado, como, por ejemplo,
el retraso en el pago de las ayudas o en volver a darle a la banca la gestión de
los créditos ICO avalados por el Estado, entre otros. Aunque es justo reconocer
que ha sido gracias a este gobierno que la crisis del coronavirus no haya sido
una repetición de la crisis del 2008, como si fuera un mal sueño.
A pesar de todo estamos aquí,
recuperando la vida para la que fuimos hechos, como animales gregarios que somos,
intentando salir de un agujero económico, que, modestamente pienso, no tiene la
gravedad de la anterior crisis, y es posible que asistamos a una recuperación
mucho más rápida que la que auguran los economistas agoreros, que siempre todo
lo ven mal, para justificar medidas de ajuste del capitalismo, que, por supuesto,
tendrán que pagar, no los que más tienen, sino el resto de la sociedad.
Ha sido un placer escribir para vosotros y vosotras. Ahora llega el momento de poner fin a esta serie, aunque seguiré colgando en mi blog, de vez en cuando, alguna reflexión, si la escritura de mi nueva novela me lo permite. Nos volveremos a ver en otoño. Feliz verano y prudencia.
PD: Si alguno o alguna está interesado en leer toda la serie, la podéis encontrar en la siguiente dirección:
https://laescrituraesferica.blogspot.com/search/label/Cr%C3%B3nica%20de%20la%20cuarentena
Imagen: "El árbol residente en la mente humana". Obra de Eduardo Úrculo. Perteneciente a la colección del MACVAC.
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