34º día de desconfinamiento. Premio
Príncipe de Asturias. Conforme vamos avanzando en la desescalada de la
cuarentena, la estupidez humana se destapa imparable hacia la victoria final.
Parecía que tantos días de encierro y pensamiento mirando al techo, nos iban a transformar
en unos nuevos seres ajenos a los viejos comportamientos irreflexivos, que han
convertido a la humanidad en la especie más majadera del planeta; imagínense a cualquier
animal, si tuviera capacidad de discernimiento, la idea que podría hacerse de los
humanos, viendo nuestros comportamientos. Bueno, algo deben sospechar, si no haber
por qué huyen de nosotros como alma que lleva al diablo.
Viene a cuenta esto por la concesión
del Premio Príncipe de Asturias a los sanitarios y la reacción de algunos
grupos, negando la mayor porque quieren que la monarquía devuelva lo robado
(sic). Sobre todo de esa izquierda de cafetería y chupito, que todos los días,
antes de irse a la cama tiene que haber hecho su pequeña revolución, igual que
el que reza a la Virgen María y al Espíritu Santo.
Todos queremos que la monarquía devuelva
lo robado, que los corruptos devuelvan lo robado, que los que defraudan a Hacienda
devuelvan lo robado y que los curas nos devuelvan los años de represión sexual
que vivimos muchos en nuestra juventud. Pero no sé que tiene que ver eso con la
concesión de un premio de los más prestigiosos del mundo, para el que, por
cierto, hemos firmado muchos la petición de concesión.
¿Alguien me puede explicar qué diferencia
hay entre los que reclaman libertad, cacerola y bandera en mano en el barrio de
Salamanca de Madrid, y los que rechazan, escudándose en no sé qué ética sin
mácula, que a los sanitarios se les haya concedido el Príncipe de Asturias? Yo
veo el mismo cerrilismo político entre unos y otros, y esto lo digo sin acritud,
que a fin de cuentas, parece que se mueven más por la ceguera de unas ideas políticas
que excluyen todo lo que no esté dentro de su universo de tribu ideológica. Voy
más lejos, a los del barrio de Salamanca, solo les mueve su odio al gobierno de
izquierdas actual, y a los que rechazan el premio, la antipatía a todo lo que se
escapa a su idea del mundo.
Imagínense que el Banco Central Europeo
concede a España una ayuda importante de miles de millones de euros para paliar
la crisis económica, y cómo está dirigido por una directora condenada por
corrupción en su país, vamos los españoles y lo rechazamos, porque no queremos
nada con los corruptos. Lo dejo aquí, que no quiero dar más ideas quijotescas.
Lo que la mente de alguno no alcanza
a razonar es que la concesión de este premio es la continuación de los aplausos
diarios a la labor de lo sanitarios; es un reconocimiento universal a su
esfuerzo y sacrificio, y cualquiera que tenga dos dedos de frente, jamás se
atrevería a rechazarlo, porque en el rechazo va implícito el olvido, la
tentación de anteponer las ideas y estrategias políticas, por encima del agradecimiento
a los sanitarios por su trabajo.
Pero es que además, la concesión
del Premio Príncipe de Asturias, es uno de los mayores reconocimientos que se
puede hacer a la sanidad pública en España, a través de sus sanitarios. Ayuda
más a que esta sea blindada contra la avaricia del dinero y sus representantes políticos,
que todas las declaraciones de amor que podamos hacerle. Lo que deberíamos conseguir,
es aprovechar la sinergia de este premio para que nunca más la sanidad pública
sea objeto de ataques políticos; para que se blinde en la Constitución y tenga siempre
una partida presupuestaria que cubra sus necesidades.
La tentación de algunos partidos
de privatizarla o suprimirla es muy fuerte. Hagamos que el Premio Príncipe de
Asturias sea un bofetón en toda la cara de aquellos que no dudarán en hacerlo
en cuanto puedan, utilizando a los sanitarios como moneda de cambio laboral.
Por eso, rechazar este premio me parece una de las idioteces más grandes que he
escuchado en los últimos tiempos, y ya es decir mucho.
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