31º día de desconfinamiento. Negociar
para avanzar. Avanzamos hacia la normalidad post pandemia, aunque no debemos
olvidar que el virus sigue estando aquí, entre nosotros, y algunas cosas se van
aclarando en el panorama político. Digamos que en el arco parlamentario se van
definiendo dos grupos que tienen una actitud muy diferente en cuanto a su
compromiso de sacar el país adelante, en lo que se ha dado en llamar reconstrucción.
El primer grupo es mayoritario en
el Congreso y en la sociedad, altamente heterogéneo, divergente, incluso ideológicamente
antagónico, pero que está mostrando un cierto interés por alcanzar un punto tangencial,
que permita avanzar hacia la reconstrucción económica y democrática. Es un grupo
difícil, que tiene un camino duro y tortuoso por delante, que exige mucha concentración
y apoyo mutuo para transitarlo, en el que, probablemente, habrá algún descuelgue,
pero que ya tiene una cosa en común, saber que la salida más segura de la pandemia
necesita del esfuerzo de todos; a partir de ahí todo es negociable, siempre que
se quiera negociar. El país se lo demanda y se lo recompensará.
El otro grupo es el que no tiene ningún interés
por el bien de los españoles, vivan donde vivan, y representa lo más patético
del nacionalismo más rancio que podamos imaginar. Solo se mueven para
satisfacer sus estrategias políticas, ya sea en Madrid o Cataluña. Todas ellas
en caminadas a presentar un panorama lo más apocalíptico posible, para que
ellos puedan justificar mejor lo que saben hacer muy bien, por no decir
solamente: agitar las banderas de su ensoñación nacionalista. Son la derecha cavernícola,
la que ha devaluado el sistema sanitario, tanto en Cataluña como en el resto de
España; la que prefiere lanzar a la calle a sus seguidores, por encima de los riesgos
de contagio que puede suponer tanto amante de
“la libertad” revuelto entre cacerolas y banderas, para el resto de la
población. Son los que han perdido el juicio por tanta droga nacionalista y/o
ya no ocultan su fascismo genético, que empieza a ser preocupante en una sociedad
democrática. Se han autoexcluido de la reconstrucción del país, porque solo
entienden una España o una Cataluña, servil a sus delirios ultranacionalistas y
ultraderechistas.
España, ahora mismo necesita
mucha confianza en sí misma; los españoles un mensaje tranquilizador, alejado
de la crispación que la extrema derecha del PP y Vox están sometido al país,
con la ayuda de algún miembro del gobierno, que como ya he expuesto en otro artículo,
debería plantearse si su función es ya necesaria en la nueva etapa de concordia
que tiene que presidir la política post coronavirus. No les interesa negociar
nada, porque su estrategia de acusar al gobierno de ilegítimo, inmoral, inútil
y antiespañol, se vendría abajo.
Lo cierto es, que por primera vez
en muchos años, hay un gobierno que toma medidas pensado en la mayoría de la
población, pero tiene una debilidad parlamentaria que lo coloca en el filo de
la navaja. Por ello, la negociación de un plan de reconstrucción, de unos nuevos presupuestos al servicio de esa
reconstrucción; trabajar para que España tenga un equilibrio territorial que no
satisfaga a nadie, pero que todos puedan aceptarlo, son premisas que pasan por
un esfuerzo enorme de negociación entre grupos antagónicos, pero que tienen la lealtad
de salvar al país y sus habitantes. Todos tendrán que ceder y mucho, porque lo
importante no es lo que a usted y a mí nos gustaría, sino lo que la gran mayoría
pueda considerar aceptable, tal como se hizo en La Transición, que con todos
sus defectos y distorsiones consiguió que un país tan difícil como el nuestro
para los acuerdos y consensos, se dotara de instrumentos que le permitieron
vivir muchos años de tranquilidad y prosperidad.
Esa es la exigencia que deberíamos
hacer, desde todos los ámbitos de la sociedad, a la clase política, y quien no quiera estar que se atenga a las consecuencias
de una sociedad en marcha, democrática y con ganas de un futuro de paz y
bienestar.
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