Siempre
ha habido grupos de fanáticos, que se toman la política como si de una religión
se tratase, sobre todo en ambientes de jóvenes radicalizados, ya sean
nacionalistas, extremistas de derecha e izquierda, ecologistas del fin del mundo, animalistas, meapilas, taurinos,
futboleros, etc. Son muchos los que han sufrido esa intolerancia en su persona.
Por ello, rasgarse ahora las vestiduras, sólo tiene como fin azuzar la ruptura
de la convivencia en aras de rascar apoyos (en época electoral votos) a cientos
de kilómetros, donde justo la unidad de España no se siente amenazada por
ningún independentismo decimonónico resurgido en el siglo XXI. Cuando no se
tienen más argumentos que la bandera, el himno y la patria, y los que se tienen
tratan de ocultarse para que no se sepa lo que realmente esconden detrás de
tanto patriotismo, hay que inventarse los problemas, las afrentas, todo lo que
toque la emoción estúpida del nacionalismo español, que como todos ustedes
saben, ha sido tan beneficioso para este país en los siglos pasados.
El
independentismo periférico y sus mariachis, son un grano de majadería y pocas
luces que le ha salido a la sociedad
española, que se debe curar con buena medicina de tolerancia y reposo (cuanto
menos salga a la calle, mejor). Sin embargo, los de la foto de Colón; los que
querían volver a cantar el himno de la Legión esta Semana Santa; los que están dispuestos a dinamitar todos los
puentes de convivencia entre españoles diferentes, es decir, el nacionalismo
español y ultramontano de esa Santísima Trinidad, tres naturalezas en una misma
sustancia, en que se ha convertido la derecha española, en la que tanto monta,
monta tanto, Rivera como Abascal como Casado, parece que está más interesado en
infectarlo que en curarlo, a ver si así consiguen contagiar al resto de España,
para su mayor gloria. Todo por la
patria.
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