Nos pensábamos que ya habíamos vivido todo lo malo que
nos tocaba por vivir. Que la pandemia era nuestra cuota de desgracias a la
historia, y nos hemos equivocado. Nos quejamos, protestamos, nos enrabietamos
por las restricciones de la pandemia, incluso, permitiéndonos el lujo de
gimotear porque nuestras libertades (traducido a la sociedad actual: el
impedimento de hacer lo que nos salga de las narices) están siendo coartadas.
Pero nos equivocamos. Siempre hay algo peor y nada más terrible que una guerra a
las puertas de casa, provocada por un fascista con sueños imperiales. Como
aquella canción tan querida por el fascismo español, Montañas nevadas:
«La mirada clara, lejos,
y la frente levantada.
Voy por rutas imperiales
Caminando hacia Dios.»
No es una broma lo que está pasando y ahora sí que
pende sobre nuestras cabezas una amenaza trágica, con el fascismo en ascenso en
Europa, que solo necesita un poco de gasolina, para volver a transitar por
rutas imperiales. O acaso es casualidad que todos los dirigentes fascistas de
Europa, incluidos los de Vox, sean aprendices de Putin, teniendo en él una
referencia para acabar con la democracia. Él y Donald Trump, que hace un par de
días ha calificado de maravillosa la estrategia del ruso en Ucrania.
Putin es un sátrapa peligroso, con armas nucleares,
que quiere volver a posicionar a Rusia en el tablero de potencias
internacionales, algo que ya no es, y para ello no tiene, como se está viendo,
empacho en provocar una guerra y amenazar con un sufrimiento indescriptible.
Estoy preocupado, muy preocupado, porque ahora mismo
nada nos garantiza que el conflicto no se pueda extender, ni en qué medida nos
va a afectar. Ni como el capitalismo mundial va a aprovechar la situación para
ajustarse después de dos grandes crisis. Y porque además, la única solución
posible fuera de la guerra a este conflicto la tiene China, que de momento se
está frotando las manos.
Sostiene Putin que invade Ucrania porque es un país nido de
neonazis protegidos por el Estado, entre otras excusas de mal pagador que está
ofreciendo. Realmente desconozco ese dato, pero no creo que sea tan relevante
como para invadir un país soberano. Pero si realmente es cierto, por qué no
invadió Italia cuando gobernaba Salvino o lanza un ataque contra Hungría o Polonia,
centros del nuevo neofascismo europeo; también podía haber invadido Grecia por
consentir que Amanecer Dorado campara a sus anchas por el país. Incluso
Francia, Alemania o España, todos ellos con un creciente a aumento de los
partidos fascistas. No cuela, sobre todo en un personaje que tiene como asesor
a uno de los principales pensadores del fascismo europeo Aleksandr Dugin y
lleva años apoyando a partidos de ultraderecha en Europa como UKIP británico,
el PND alemán o el Frente Nacional francés. En el caso de España no tengo
datos, pero si no lo están haciendo ya, no es porque no lo quieran Abascal y
sus correligionarios, sino por falta de interés del ruso. Una extrema derecha
europea ahora desconcertada, que trata de desmarcarse de quien les ha estado alimentando
durante años, o lo que es peor para ella, despechada al darse cuenta de que a
lo mejor les ha estado utilizando para desestabilizar las democracias europeas.
Y me van a perdonar los puristas de la democracia, pero de momento, no conozco
otra mejor.
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