martes, 25 de febrero de 2020

Compartir bulos

Todos los días me llegan por whatsapp un par de bulos informativos, de esos que solo tratan de extender la mentira y el miedo en la población. Lo peor, es que algunos son de personas que seguro tienen la cabeza bien armada, pero que la pierden a la hora de apuntarse al “comparto”; no se si es que esto les produce un derroche de dopamina en el cerebro y tienen unos segundo de placer lujurioso, que les provoca una felicidad perdida por otras vías. Vengo pensando, que el problema no está en quienes construyen el bulo, rejoneadores de la desconfianza en todo lo que nos rodea, que por otro lado es bastante fácil hacerlo: usted se va a la puerta del hospital de su ciudad, saca una foto de alguien ingresando en camilla, la cuelga en la red con el texto: una persona ingresada grave por coronavirus en el hospital de…, y ya está, todo un ejército de “compartidores” van a difundir la noticia que usted ha creado en la malicia de su ordenador. El problema está, precisamente, en todos esos a quienes les gusta jugar a ser periodistas tumbados en la cama, que sin ningún rigor ni criterio comparten todo lo que les llega, y cuanto más funesto sea más lo comparten. Da igual si se lo creen o no se lo creen, si es cierto o no lo que acaban de compartir, eso no es significativo, lo importante es apretar el botón del móvil o el ordenador, para recibir la dosis dopante de felicidad; sentirse miembros de un colectivo, aunque este sea una congregación de majaderos mal pensados, que quieren hacernos partícipes de su mentecatez. No sé si esto tiene remedio, a fin de cuentas nuestro alma individual y el alma de la sociedad del siglo XXI, ya están constreñidas a las dimensiones de un móvil o un portátil.

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