Escucho
en una emisora de radio que los Si-Si, es decir los jóvenes que trabajan y
estudian, han aumentado en los últimos años. Me quedo pensando y llego a la
conclusión de que si han aumentado es porque anteriormente habían disminuido. Porque
Si-Si los ha habido durante un tiempo no tan lejano, por diferentes razones. Yo
mismo fui un Si-Si. A los 14 años me puse a buscar trabajo, no porque en mi
casa hiciera falta el dinero que yo ganara, aunque, todo hay que decirlo, vino
muy bien. Lo busqué, sin que mis padres lo supieran y lo encontré de botones en
un banco, es decir, de aprendiz de bancario. Claro, cuando mis padres se
enteraron de que podía trabajar en un banco si aprobaba los exámenes de acceso,
no cupieron de sí en gozo: al niño ya lo tenemos colocado y con la vida resuelta.
Con lo mal estudiante que era, no me extraña que se alegraran.
Toda
mi juventud la pasé estudiando y trabajando; hasta hice carrera universitaria. Trabajar
no solo me cambió la vida; también me hizo sentar la cabeza de chorlito que
tenía. En aquellos tiempos, estudiar y trabajar no resultaba tan complicado si tenías
un buen horario de trabajo, y si no era sí, tocaba restarle horas al sueño. No
estaba mal visto, como parece que hoy sucede en esta sociedad entregada al
postureo dentro y fuera de las redes sociales. Había “nocturnos” en los
institutos, las academias y en la Universidad, con horarios diseñados para quienes
trabajaban. Esto nos permitió, a muchos pasar de Si-Si (este apelativo no
existía entonces) a trabajadores instruidos y formados. Pero claro eso pasaba
cuando la enseñanza todavía era un ascensor social, la manera de escalar puestos
en la sociedad y permitía a los hijos poder vivir mejor que sus padres.
Por
eso, hoy, me suena extraño que trabajar y estudiar sea noticia, como algo raro
que surge de la nada, y no de una sociedad que ha condenado a los jóvenes al ninguneo
social, educativo y económico. Una sociedad muy clasista diseñada para que los
ricos tengan estudios y cierren más la burbuja de privilegios que los envuelve,
y los demás se busquen la vida como puedan, algo difícil dado el coste que
tiene estudiar una carrera universitaria y la falta de un diseño para que se
puedan compaginar trabajo y estudios. Es decir, para que la universidad se
convierta en un gueto al que solo pueden acceder los hijos de los poderosos y
de esta forma aumentar la brecha que los separa del resto de la sociedad.
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