domingo, 27 de abril de 2025

La nueva Feria del Libro de Castellón


Por primera vez en muchos años Castellón tiene una Feria del Libro digna y respetuosa con escritores/as, lectores/as, librerías y mundo del libro en general. Espero que atrás quede el tiempo en el que la Feria del Libro era un baratillo, donde lo más importante era la caja de las librerías participantes, en esa suerte de mercado persa que organizaban, y los escritores/as éramos figurantes en una función absurda.

Afortunadamente, la Feria del Libro de este año ha apostado por la literatura, la cultura, el respeto a los autores y autoras, a los lectores y lectoras y, también, por la revitalización del negocio de librerías y editoriales. Estamos, por tanto, de enhorabuena quienes de una manera o de otra formamos parte de ese mundo literario en Castellón, que, por extensión, engrandece la cultura en la ciudad. Y sería deshonesto si no reconociera que en el centro de todo este cambio se encuentra el Ayuntamiento de Castellón, que es el impulsor de la nueva Feria, apostando, y me consta que con un gran esfuerzo, desde la Concejalía de Cultura por hacer realidad un evento cultural, que si se sostiene en el tiempo y se dota del presupuesto adecuado, va a dar muchos años de gloria literaria a la ciudad y sobre todo a los lectores y lectoras que habitan/habitamos en ella.

 


domingo, 13 de abril de 2025

El poder de los bulos en la historia

         

    Las fake news, los bulos, las noticias falsas, no son un fenómeno actual orquestado para desestabilizar gobiernos, desprestigiar ideologías, destruir personas o aupar autócratas, reyes o gobernantes al poder. Siempre han existido y se han utilizado profusamente a lo largo de la historia. El problema al que nos enfrentamos actualmente es que la redes sociales difunden a la velocidad de la luz esos bulos y encuentran un altavoz que se puede escuchar en el mundo entero, para solaz de descreídos, fanáticos, ignorantes y negacionistas de todo pelo, que haberlos los ha habido siempre. 

                Cuando hablo de bulos en la historia no me estoy refiriendo, solamente, a la falsificación de los acontecimientos que desde diferentes ámbitos del poder, ya se económico, político, social o cultural se han hecho para ofrecernos una visión del pasado que encajara con los intereses de esos grupos de poder. Por ejemplo, uno de los bulos más extendidos por el nacionalismo español y a la sazón por todos aquellos que se benefician de él, es el de que los Reyes Católicos fueron los que unificaron España como una nación. Nada más falso, pero este es un asunto que trataremos otro día. Aunque como anticipo hay que decir que ningún rey en la península Ibérica, desde la Edad Media hasta que llegaron los borbones, tuvo como título ser rey de España. El propio Felipe II era, entre otros títulos, rey de Castilla (con todos sus territorios, incluidas las Indias), Aragón, Flandes, Franco-Condado, Nápoles, Sicilia, Milanesado, Portugal, etc., etc., etc. Como bien escribe Manuel Tuñón de Lara en su Historia de España, en el volumen V: «La España de los Austrias, lo mismo que la de los Reyes Católicos, no tiene unidad política. Es un conjunto de territorios (reinos, condados, principados señoríos…), que conservan su fisonomía propia (sus instituciones, leyes, régimen fiscal, moneda, aduanas, lengua…) y sólo tienen una característica común: la de ser gobernados por el mismo soberano». Sin embargo si usted entra en internet o lee libros poco rigurosos en este aspecto, aparecerá como Rey de España. Este es un ejemplo de cómo la historiografía ha ido amoldando la historia para justificar o ensalzar, falsamente, la grandeza nacionalista o la de las élites que la sustentan.

                Sin embargo, los bulos también existieron en la época, para conseguir fines no siempre honestos, pero que tuvieron un impacto relevante en la historia. Hablemos de cómo se hizo con la corona Isabel I, hija de Juan II y hermana de Felipe IV, todos ellos de Castilla. No me voy a referir a las turbulencias palaciegas y las guerras civiles en las que estuvo sumida Castilla hasta que Isabel alcanzó el trono. Ni me referiré a los derechos dinásticos, que según algunos historiadores, pertenecían a Juana, hija de Enrique IV, denominada “La Beltraneja”. El gran bulo se armó en el origen de todo este conflicto, cuando una parte de la nobleza se posicionó en contra del rey, Enrique IV, y en favor, porque así convenía a sus intereses, de los hermanos de padre: Alfonso, primero y, muerto este, Isabel.

                Una parte importante de la nobleza castellana nunca aceptó su pérdida de influencia ante Enrique IV, que lo consideraban un rey pusilánime, incapaz de defender sus intereses y privilegios, sobre todo, después de que éste hubiera nombrado como valido a Beltrán de la Cueva, un hombre de baja nobleza, que entró de paje en la corte y alcanzó las más altas cotas de poder en el reinado. Además, Enrique IV fue un rey tranquilo, poco dado a las hazañas bélicas que tanto gustaban a la nobleza, culto, sensible y más aficionado a las artes que a la espada. Con estas mimbres, sus enemigos optaron por la vía del descrédito, para quitarse de en medio, por una lado a Beltrán de la Cueva y por otro, obligar al rey a tener que pactar con ellos el gobierno de Castilla, recuperando su posición en la Corte.

                Cómo en aquella época, hablamos de mediados del siglo XV, el rey era un ser intocable y hacía impensable un ataque directo contra su persona, se inventaron el bulo que tuvo como resultado el ascenso al trono de Isabel I. Y atacaron por donde más daño podían hacer y más se extendería el chisme entre la población, tan dada, en todos los tiempos, a creerse lo que les resulta más fácil de entender. Enrique IV no tuvo descendencia con su primera esposa Blanca de Navarra; se le acusó de ser impotente, presa de un maleficio. En 1451 el obispo de Segovia, Luis Vázquez de Acuña, decretó nulo el matrimonio al no haber tenido descendencia. Sobre el asunto de la impotencia del rey, hubo prostitutas que declararon que de impotente nada, aunque eso nunca sabremos si es verdad. Pero la semilla del mal ya estaba sembrada y la supuesta impotencia del rey, por maleficio o no, fue el detonante del gran bulo posterior.

                Enrique IV se casó en segundas nupcias con Juana de Portugal, en mayo de 1455, mujer con la que siempre había deseado casarse y no con Blanca de Navarra, a la que nunca quiso y detestaba, según algunos cronistas. Unos años después, en 1462, nació su hija Juana, lo que vino muy bien a la nobleza contraria al rey, para difundir el bulo a cerca de que si Enrique IV era impotente, no podía tener descendencia, por lo que Juana no era su hija, sino de Beltrán de la Cueva y Juana de Portugal. El bulo de la impotencia del rey y la bastardía de su hija Juana, se propagó en favor de los intereses de la nobleza que era partidaria de traspasar los derechos de la corona a Alfonso, un adolescente maleable y asustadizo, hermano paterno de Enrique y materno de Isabel.

                Aunque Juana fue nombrada Princesa de Asturias, la nobleza enemiga de su padre no aceptó sus derechos y en claro golpe contra la monarquía montó la farsa de Ávila, donde se nombró rey de Castilla a Alfonso en 1465, provocando un conflicto sucesorio de gran magnitud, que derivó en un enfrentamiento a campo abierto entre la corona y la nobleza, teniendo como máximo exponente la batalla de Olmedo en 1467, que más allá de las discrepancias sobre quien la ganó, eso va según los bandos, lo que nos hace sospechar que no la ganó nadie, dejó las espadas en alto. Pero en 1468 muere Alfonso y Enrique consigue recuperar el trono, dando paso a una guerra civil que enfrentó a los partidarios de Juana, ya llamada “La Beltraneja” e Isabel, hermana de Alfonso, que reclamó los derechos dinásticos tras morir su hermano.

                Está claro que esa guerra civil entre la nobleza castellana la ganó Isabel I, pero eso es otro asunto. Lo que nos interesa aquí es que la urdimbre de un bulo orquestado y propagado por la nobleza, contra los derechos sucesorios del rey legítimo, para recuperar un poder en la Corte que había perdido, tuvo como consecuencia el ascenso al trono de una reina, que si no hubiera sido beneficiada por el bulo y quienes lo difundieron, es posible, que jamás hubiera llegado al trono, cambiando, ¿quién sabe cómo?, la historia de España.

                Y de bulo en bulo, tiro porque me toca y la extrema derecha vuelve a estar en el poder en algunas de las naciones más poderosas del mundo. Razón tenía Mark Twain cuando dijo que la historia no se repite, pero rima.     

 

 

 

miércoles, 9 de abril de 2025

Gracias Irene, por enseñarnos el camino


     ¡Uf! Me he quitado un peso de encima. Mejor. Me lo ha quitado Irene Montero, desde la placidez de su chalet, posiblemente mirando a un jardín que empieza a brotar, con los primeros albores de la primavera, hermosa flores que se transfigurarán en carnets de izquierda. Es consolador saber que existe una virgen inmaculada de la izquierda, que se encarga de velar por la pureza de las ideas, que por supuesto emergen desde ese jardín florido cercano a la sierra madrileña, para la salvación del mundo. Porque no hay nada más reconfortante que saberse protegido por quien ha sido ungida como una nueva Dionisia liberadora; como la nueva mesías tan esperada y deseada.

    Me he quitado un peso de encima, porque ya no tengo espacio para la duda que corroe a un ser que se debate entre la izquierda y el progresismo. Ahora está todo claro, gracias, Irene, y sé que tengo que olvidarme de mis ideas contaminadas por la derecha más rancia, perdón, se me olvidaba que para ti toda la derecha es rancia, que habían convertido mi creencia de ser de izquierdas en un progresista, traidor a la causa que tú defiendes, salvadora del mundo. Gracias, porque la luz morada de la formación que te ha erigido a ti como la única redentora de nuestros pecados y nuestras miserias, me ha iluminado y sé, que si quiero seguir fardando de izquierda entre mis amistades, hay sólo un camino, que afortunadamente tú me has revelado: postrarme ante tu Partido y aclamarte como Libertadora.


domingo, 30 de marzo de 2025

Villa Amparo, víctima de la miseria intelectual del gobierno valenciano

 


                La miseria intelectual del gobierno de la Generalitat Valenciana, presidido por el ausente y escondido Carlos Mazón, no sólo se circunscribe a los perversos efectos de la DANA, sobre todo en víctimas y comportamiento posterior. También tiene que ver con otros aspectos de la gobernanza valenciana, que definen muy bien cuáles son las prioridades del presidente Mazón y su gobierno.

                No voy a hacer un listado de todo lo que se está retrocediendo en esta tierra valenciana, desde que el Partido Popular y Vox han recuperado el palacio de la Generalitat, por unos pactos que están poniendo a la democracia a los pies de los caballos. Sería largo y no es el objeto de este escrito. Pero sí me gustaría detenerme en un hecho que tiene que ver con el interés por liquidar la memoria histórica, por lo menos, en los aspectos que a ellos no les gusta. Algo que no es baladí, porque si nos olvidamos del pasado, lo transfiguramos y ninguneamos, queda una página en blanco para que la derecha escriba el relato de la historia que quiere.

                Publican los medios de estos días, que la situación de abandono que sufre la casa donde vivió durante dos años, de 1936 a 1938, Antonio Machado: Villa Amparo en Rocafort, ha sido objeto de una ocupación ilegal, que, según parece no es la primera. Lo que debería llevarnos a preguntar, cómo es posible que la casa donde vivió uno de los más grandes poetas del siglo XX, esté abandonada por la dejadez de la administración valenciana. Aunque más que desidia, parece dejadez política, por el negacionismo de la memoria histórica del que hace gala Carlos Mazón, su gobierno y los partidos que lo apoyan. Aunque se trata de un negacionismo selectivo, porque cuando han de defender símbolos de la dictadura franquista o cruces que se levantaron para mayor gloria del bando vencedor de la Guerra Civil y humillación de los perdedores o borrar del sistema educativo el conocimiento histórico  nuestro pasado, no les duelen prendas.   

                En 2018 Villa Amparo fue comprada por la Generalitat Valenciana con la intención de rehabilitarla, para convertirla en la Casa de los Poetas, como espacio cultural y museístico, dedicado a la poesía. Un proyecto que reivindicaba el paso de Antonio Machado por Valencia y el hecho de que Villa Amparo convirtiera Rocafort, en esos años, en un centro de peregrinaje de poetas e intelectuales: Neruda, Alberti, Max Aub, Zambrano, entre otros. Tras un periodo de acondicionamiento, la casa se abrió al público en 2022, con visitas guiadas los fines de semana y la realización de eventos culturales. Estuvo en funcionamiento hasta el año 2023, cuando el Partido Popular de Carlos Mazón ganó las elecciones y pactó con Vox todas las regresiones sociales y culturales que le pidieron, para poder alzarse con la presidencia de la Generalitat.

                El abandono por parte del gobierno valenciano ha provocado un deterioro físico de la casa, que se ha acabado convirtiendo en un lugar perfecto para las ocupaciones ilegales. Pero no sólo se ha producido un daño material, el dolo es mucho más profundo, al vaciar de contenido la potencia cultural e histórica que Villa Amparo tiene; al marginarla de la Red de Ciudades Machadianas, que homenajean a Antonio Machado, reivindicando los espacios urbanos donde el poeta residió: Sevilla, Madrid, Soria, Baeza, Segovia, Rocafort, Barcelona y Colliure.

                Antonio Machado es más que un poeta. Durante décadas ha sido y es un referente poético y ético para varias generaciones de españoles, franceses de Colliure y localidades del sur de Francia, y debería ser tratado con el respeto que las grandes celebridades se merecen de un país y sus instituciones. Pero, según parece, para la derecha política valenciana, es mejor condenar al olvido su relación con esta tierra, no ya porque fuera un poeta de vocación y reconocimiento republicano, que también, visto las intenciones de dilapidar la memoria histórica, sino, por su cruzada contra todo lo que no sean tradiciones culturales obsoletas, crueles, castizas o bendecidas por la Santa Madre Iglesia. Aunque es decir mucho para un personaje como Carlos Mazón, que si tuviera que renegar de las tradiciones, tan del gusto del conservadurismo español y valenciano, no tendría ningún reparo en hacerlo, si con ello sus posaderas siguieran asentadas en el Palau de la Generalitat.   

                     

miércoles, 19 de marzo de 2025

Calos Mazón, un personaje dañino

 


¿Es consciente el Partido Popular en Valencia del daño que le está haciendo Mazón? ¿Feijoo es tan ignorante que ha ligado su futuro político a las huidas adelante de Carlos Mazón? Lo último que nos faltaba por ver en la Comunidad Valenciana es que la reconstrucción por los daños de la DANA quede ligada a un partido que niega las causas climáticas que la provocaron y busca más sufrimiento a muchos de los damnificados/as, por el abandono del presidente de la Generalitat y su gobierno, cuando tenía que haber estado advirtiendo a la población de la que se les venía encima.

Carlos Mazón demuestra cada día que es un personaje, me van a perdonar por el tono despectivo, que sólo piensa en él, siendo capaz de aliarse con el diablo si este le salva el culo. Lo de El Ventorro, la tarde desaparecido, las mentiras posteriores, la culpabilización ajena de sus pecados, las múltiples versiones que ha ido adaptando a sus problemas políticos y judiciales y la vergüenza ajena que provoca, no era un espejismo producto de su poca capacidad como gobernante, pero que podía dejar la puerta abierta a que pensáramos, que a pesar de su inutilidad, no era mala persona. Pero el acuerdo con Vox, con el único fin de salvarse, no sabemos muy bien de qué, nos ha mostrado la naturaleza de un personaje que es capaz de cualquier cosa, sin importarle las consecuencias que puedan provocar sus actos en terceros. Y lo más triste, es que su Partido lo apoya o calla con un silencio cómplice, cuando no le aplaude y lo pone de ejemplo.         

lunes, 17 de marzo de 2025

Los europeos nos jugamos nuestro futuro



                 Seguramente, lo que voy a escribir en este artículo sea una repetición de cosas que ya he dicho en otros artículos, o lo vengan leyendo o escuchando en los últimos días. No voy a ser original, pero creo que debemos insistir, aun a fuer de ser pesados, hasta que en Europa despierte la conciencia de que nadie va a salvar nuestro modelo de vida, con lo convulso que se ha vuelto el mundo desde que la extrema derecha ha accedido al poder en algunos de los grandes países. Es más, si pueden, desde dentro y desde fuera, van a intentar dinamitarlo. 

                La construcción de la Unión Europea es, sin duda, el acontecimiento político más fascinante llevado a cabo desde el final de la II Guerra Mundial. Y digo esto, porque partiendo de una reflexión que se realiza en una Europa dividida y enfrentada entre sí desde la Edad Media, se llega a una conclusión sorprendente, para lo que había sido Europa hasta ese momento. Si los diferentes países de Europa no se unen en la paz y la defensa de un modelo de vida democrático, de derechos, libertades y bienestar, el eufemísticamente llamado Viejo Continente estará muerto, ante Las nuevas potencias que se estaban repartiendo el mundo. Entendido eso y con un espíritu europeísta que hoy se tambalea, se firmó el Tratado de Roma en 1957, que sentó las bases del desarrollo posterior de la UE durante la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI. No voy a extenderme mucho en este asunto y los peligros que acechan al proyecto de la UE, porque ya lo hice en mi artículo de fecha 18 de febrero de 2025, en este mismo medio.

                De lo que me gustaría hablar es de la importancia que tiene la Unión Europea en el mundo, a pesar de las fuerzas centrífugas que están surgiendo en su interior y en el exterior, porque es un modelo de convivencia democrático y de bienestar que resulta un mal ejemplo para países occidentales, que o se están desviando de la democracia o la están entendiendo como una china en el zapato, para sus anhelos expansionistas y ultranacionalistas o, sencillamente, nunca la han llegado a ejercer. Aunque parece que somos los europeos los únicos que no nos damos cuenta de ello.

                Esa importancia no sólo viene dada porque la UE es una potencia económica y política, a pesar del empeño de una parte del liberalismo continental que se ha entusiasmado en deslocalizar la economía europea, en busca de mayores beneficios. Los principios que rigen la Unión Europea, basados en los derechos, la paz, la igualdad de oportunidades, la libertad y el estado de bienestar, a los que se han unido el feminismo, las políticas medioambientales, el ecologismo o la transición hacia energías sostenibles y medioambientalmente inocuas, no tiene que ser moneda de cambio de nada, porque no hay UE sin ellos, y sin UE el empobrecimiento de los europeos será de consecuencias dramáticas.

                Porque nuestro bienestar, como ciudadanos de un proyecto común y democrático, se fundamenta en la defensa de todos esos valores; en la conciencia de que todo iría a peor si renunciamos a ellos, y en que el modelo político actual, a pesar de sus defectos, es el mejor para todos. Lo que no significa que debamos hacer dejación para mejorarlo. Pero esto no tiene nada que ver con el populismo neofascista que campa por todo el continente, que sólo tiene como objetivo la perpetuación de las élites económicas que se han decantado por apoyar a quienes les aseguran liquidar derechos de todo tipo: sociales, laborales, sindicales, feministas, etc., con el único fin de proteger y ensanchar sus intereses de clase.

                Sin embargo, nada es gratis. Las amenazas, porque son varias, que tiene nuestro modelo de vida, sólo se pueden proteger si los europeos nos movilizamos en su defensa, tomamos conciencia de que no va a haber nada mejor que lo que tenemos. ¿O acaso estamos dispuestos a perder nuestras pensiones, la sanidad pública, la educación pública, los programas sociales de apoyo a los más desfavorecidos, la igualdad de derechos y oportunidades o el bienestar, en general, que disfrutamos, plácidamente instalados en una falsa autosuficiencia, entre otras cosas? No lo creo. Por eso hay que luchar, salir a la calle, como lo han hecho en Roma, en la Piazza del Popolo (que bonito recuperar el nombre de pueblo, como símbolo de lo que somos: un pueblo que se necesita a sí mismo para avanzar). Hay que presionar a nuestros gobiernos, para que se tomen en serio la amenaza que se cierne sobre nuestras cabezas y para profundizar en la democratización de las instituciones europeas. Y no se trata sólo de salir a la calle, también los sindicatos deben hacer ver a los trabajadores y trabajadoras que su bienestar laboral depende de una Europa social; convencernos de que Europa necesita una política migratoria abierta y solidaria, porque en la inmigración está el futuro del continente. El mundo académico e intelectual debe salir de su ensimismamiento para generar debate; la cultura tiene que tomar la bandera de Europa, porque es lo que más nos une. En definitiva, ser europeos y sentirnos europeos con orgullo, no por razones nacionalistas, sino porque nuestro modelo es el mejor y tenemos que creérnoslo.

                Pero en toda esta ecuación no puede faltar una cosa: la defensa. Hasta hace dos días los europeos nos hemos comportados como flowers powers, que vivíamos bien a costa de que otros garantizaban nuestra seguridad. Eso se ha acabado, porque el mundo está cambiando. Porque el statu quo surgido después de la II Guerra Mundial, por el cual EEUU se convertía en el gendarme de occidente, para ser la potencia imperial de medio mundo, que aseguraba a Europa su defensa frente a la Unión Soviética, se ha terminado. EEUU hoy se está convirtiendo en el país líder de la extrema derecha, justo la que quiere acabar con el modelo de vida europeo y su proyecto de unión.

                Por tanto, tenemos que asegurar nuestra defensa en todos los ámbitos: militar, inteligencia, tecnológico e industrial. Una democracia como la nuestra no puede sobrevivir sin un buen sistema defensivo, que la asegure de amenazas internas y externas. Y no se trata de crear un ejército imperial, que se dedique a amenazar al mundo, sino de diseñar un sistema de defensa único, común para la Unión (que por cierto sería muchísimo más eficiente y barato que el actual, disperso en varias decenas de ejércitos), y para eso, hay que rascarse el bolsillo. No me pregunten cómo, pero hay que rascárselo.

                Democracia y seguridad no tienen por qué ir separados ni deben darse la espalda. Porque de nada serviría que los europeos nos lanzáramos a luchar por nuestro modelo político y de vida (va todo junto, en el mismo paquete), si no somos capaces de defenderlo.                        

viernes, 14 de marzo de 2025

El carrusel de los falsarios



     Me resulta difícil rememorar los días de confinamiento durante la pandemia de coronavirus. Tengo razones personales para ello, por la muerte de mi madre en la famosa residencia de Leganés. Para hacerlo, prefiero releer el libro que publiqué: Diario de un desconfinamiento (Playa de Heliópolis, 2021) que recoge el diario que fui escribiendo día a día, durante varios meses.

    Lo que no puedo olvidar es la gran campaña que desplegó la derecha de este país cainita, sobre todo cuando ellos no gobiernan, contra el confinamiento, el estado de alarma, el gobierno, las vacunas… todo ello en nombre de una libertad de cartón piedra, que se inventaron para hacernos ver que estábamos reprimidos por un gobierno dictador, bolivariano y antiespañol, mientras miles de contagiados morían, a pesar de los esfuerzos que las instituciones sanitarias, políticas, y policiales hacían para evitarlo.

    Imposible dejar de recordar que el Partido Popular y Vox, a la segunda de cambio empezaron a votar en contra del estado de alarma, incluso presentaron un recurso ante el Tribunal Constitucional, que pasado el tiempo, en un alarde de sumisión política a la derecha y sus delirios, dictó una de las sentencias más vergonzantes de su historia y, quizá, su futuro. Vox y PP utilizaron el confinamiento y la pandemia para deslegitimar al gobierno e iniciar una campaña de acoso y derribo, que dura hasta la fecha actual. Cualquier cosa valía/vale. El 2 de abril Cuca Gamarra acusa al gobierno de querer acabar con el libre mercado y las empresas: “Este es un país de libre mercado, que tiene libertad de empresa y eso, antes y después de esta crisis, tiene que estar garantizado”. Santiago Abascal llamó, es literal: irresponsables, psicópatas, mezquinos, criminales e incapaces a quienes estaban trabajando para frenar la pandemia. Pablo Casado llegó a decir en el Congreso que el gobierno buscaba instaurar una dictadura constitucional. Por no hablar del espectáculo de las banderas que montó Vox, para culpabilizar de las muertes al gobierno o los ataques en nombre de la libertad de Isabel Diaz Ayuso, que trató de erigirse en el ariete contra Pedro Sánchez, cuando la Comunidad de Madrid se desangraba en muertos y protocolos de la vergüenza. Incluso hoy, todavía, cuando la presión de los familiares de las víctimas, 7.291, fallecidas en las residencias por el abandono de sus políticas, sigue culpando al gobierno central de las muertes por el COVID-19, como si ella no hubiera tenido ninguna responsabilidad como presidenta de una comunidad autónoma: “Hay 130.000 muertos sobre los hombros de Pedro Sánchez”, dijo ayer en el Parlamento madrileño.

    Para el Partido Popular, la Comunidad de Madrid estuvo bien gestionada durante la pandemia y su presidenta es un ejemplo de buen hacer, al igual que Carlos Mazón en la DANA de Valencia. No importa que durante la primera ola, Madrid fuera la región de Europa con mayor mortalidad, ni que el virus se expandió exponencialmente mucho más tiempo porque Díaz Ayuso y el PP madrileño convirtieron a Madrid en el centro mundial de la libertad, donde cada cual tenía derecho a hacer lo que quisiera, provocando un efecto llamada que hizo de la capital un lugar de encuentro de descerebrados, fiesta y corte de mangas a quienes se esforzaban, diariamente, por evitar muertes. Luego, la culpa, para la presidenta madrileña, la tuvo el aeropuerto, que no controlaba quién entraba.

    Pero lo más canalla, por lo que hoy todavía la sociedad se sigue movilizando, a pesar de los insultos de Díaz Ayuso y su asesor Miguel Ángel Rodríguez; de los intentos de frenar cualquier extensión de propagación de su responsabilidad en las muertes de las residencias, son los protocolos, llamados de la vergüenza, que negaban la asistencia hospitalaria a los contagiados de COVID o enfermos de cualquier otra patología en las residencias de mayores dependientes de la Comunidad de Madrid. No los de las residencias privadas, que esos, afortunadamente para ellos, si tuvieron asistencia; ni quienes vivían en sus casas, que sí pudieron acudir a un hospital a que les trataran.

    Discute la presidenta la cifra de muertos, como si 4.000 en vez de 7.000, la exoneraran a ella de algo. Las muertes por falta de asistencia y por abandono de las autoridades madrileñas están ahí, aunque Díaz Ayuso quiera minimizarlas o demonizar a quienes exigen justicia y reparación. Y Madrid, ni ninguna comunidad autónoma, puede estar dirigida por una personalidad así. Leía hace poco que quienes presentan rasgo psicopáticos exhiben anestesia afectiva, es decir, ausencia de culpabilidad y remordimiento ante el sufrimiento ajeno. No quiero señalar a nadie, pero la falta de empatía, descarga de culpa y protocolos de la vergüenza, señalan demasiado en una dirección. Isabel Díaz Ayuso es un peligro para los madrileños y para la sociedad en su conjunto, porque, visto lo visto, no podemos asegurar que no lo volviera a hacer.

    Me hubiera gustado escribir sobre lo poético de las calles vacías; sobre la solidaridad entre balcones, el silencio urbano y el respiro medioambiental; del esfuerzo, nunca pagado, de quienes estuvieron en el frente de combate de la pandemia; de si hemos aprendido algo o dónde están aquellos buenos pensamientos de que el mundo saldría de todo aquello mejor. Pero, como dije al principio, me resulta imposible ver cómo la hipocresía de la derecha sigue impune, campando a sus anchas, con el único fin de que olvidemos su comportamiento en aquellos meses o acabemos aceptando el relato que a ellos les interesa.
 

Los pirómanos no sólo queman el monte

  Resulta bastante inquietante que el Partido Popular no asuma el nivel competencial que la Constitución otorga a las autonomías. Más grave,...