miércoles, 6 de marzo de 2024

Las lecciones de Francia y el blindaje del aborto

 


Francia. Siempre Francia a la cabeza de los derechos civiles, pese a que a muchos a este lado de los Pirineos les fastidie. Es increíble, que después de 235 años, las ideas democratizadoras que emanaron de la Revolución Francesa sigan estando en vigor y, a la vez, sean atacadas y denostadas por los sectores más radicalmente conservadores de la sociedad, es decir, por la extrema derecha y su expresión política más cercana: el fascismo que recogió todas las ideas retrógradas de los absolutistas, defensores del Antiguo Régimen, que se dedicaron a torpedear, cuando no a reprimir con dureza, los avances liberales que a lo largo del siglo XIX se fueron abriendo camino en la sociedad occidental. Una lucha política, que todavía hoy, en el primer cuarto del siglo XXI, sigue librándose; sólo tenemos que ver el avance de la extrema derecha, con sus discursos fáciles y populistas, atiborrados de mentiras y falsedades, en una sociedad europea anestesiada y desmemoriada.

Francia como inspiradora de uno de los mayores avances que ha tenido la humanidad, tan importante, diría yo, como el descubrimiento de la penicilina, las vacunas o la aviación, por poner algún ejemplo. No debemos olvidar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la ONU en 1948 se inspiró en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la Revolución Francesa en 1789.

Francia, una vez más en la vanguardia de la justicia social, blindando el derecho de las mujeres, es decir de la mitad de la población, a decidir sobre lo que hasta ahora era decisión de los hombres. Porque si bien, países como España van a la cabeza en muchos aspectos que tienen que ver con los derechos de las mujeres y la protección contra la violencia que la sociedad patriarcal y machista ejerce sobre ellas, no han sido capaces de blindar esos derechos de forma que nadie pueda cuestionarlos políticamente, y mucho menos legislar sobre ellos de manera retroactiva, como a la extrema derecha le gustaría hacer, según estamos viendo sucede en otras latitudes del mundo, algunas lejanas, como EEUU y otras cercanas como en no pocos de los países del este de Europa.

El blindaje constitucional del derecho al aborto va mucho más allá de la literalidad de lo que significa. No es sólo el blindaje de la capacidad de decidir de las mujeres sobre un asunto tan trascendental como la maternidad. Se trata de un mensaje, inequívoco, de que ese derecho está por encima de consideraciones morales, religiosas o políticas. Lanza un mensaje a toda la sociedad francesa, europea, occidental y mundial, de que hay derechos que hoy, en el tercer milenio de nuestra era, deben ser inalienables y entre ellos están los que tienen que ver con la igualdad de la mujer y su capacidad legal para tomar sus propias decisiones sin la tutela del hombre. Además, como ya lo hicieran en su momento las ideas emanadas de la Revolución Francesa, introduce un elemento de debate en las sociedades democráticas, que va a ser ineludible evitar en los próximos años.

En España, la clase política debería tomar nota y subirse al carro del blindaje lo antes posible. Ya sabemos todos que el momento es muy complicado, porque algunos Partidos están echados al monte de la crispación constante, pero no podemos quedarnos a verlas venir. Somos un país avanzadilla en muchos aspectos referentes a los derechos de la mujer y, por eso mismo, los Partidos deberían dejar por un momento las batallas que sólo conducen a victorias pírricas, y ponerse de acuerdo en algo, que estoy seguro, no costaría mucho conseguir. Es tan fácil como copiar la reforma constitucional que se ha hecho en Francia y adaptarla a España. Y si en nuestro país vecino, casi todos los Partidos han conseguido llegar a un consenso capaz de sacar adelante esa reforma de su Constitución, en España debería avergonzarnos no ponernos manos a la obra para lograrlo. Y no sirve la excusa de que ahora no es el momento (siempre que no se quiere o no se sabe cómo hacer algo, se recurre al mismo latiguillo). Si en Francia, con todas sus cuitas políticas, han sido capaces, es porque han querido y sentido que es una necesidad de justicia social e histórica hacia las mujeres, en una coyuntura en la que las fuerzas machistas están ocupando cada vez más espacio político.         

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