jueves, 8 de mayo de 2025

Un aniversario para no olvidar el pasado

             Hace 80 años se produjo la victoria de la democracia, por lo menos en una parte de Europa, frente al fascismo. En el caso de España y Portugal, tuvimos que esperar treinta años para que esa victoria también llegara a la península Ibérica, tras la Revolución de los Claveles de 1974 en Portugal y la muerte del dictador Franco en 1975 en España. Desgraciadamente en la Europa del Este tuvieron que esperar un poco más, porque un régimen totalitario, que si no era fascismo, se le parecía mucho, encarnado por el comunismo soviético, retrasó la normalización democrática hasta finales de los años ochenta del siglo pasado.

Hago referencia a este aniversario, cuando en mayo de 1945 las tropas aliadas derrocaron al régimen nazi encarnado por Adolf Hitler, y anteriormente, en 1943, con la caída y muerte de Mussolini en Italia, porque la extensión de la democracia por el continente europeo no ha sido un camino fácil, a pesar de haber construido la entidad política más fascinante del siglo, como es la Unión Europea UE. No ha sido y no es, desde que un nuevo fascismo, de corte más moderno, pero igual de letal para las libertades y el bienestar ciudadano, ha surgido, justo en aquellos países que más lucharon, a sangre y fuego, por la democracia, enseñándonos que en el olvido de nuestro pasado, en la desmemoria histórica, está el germen de nuestra destrucción como sociedad.

La democracia liberal, con todos sus fallos, es, con diferencia, el mejor régimen político en el que los ciudadanos y ciudadanas podemos convivir en paz, con tolerancia, respeto, igualdad, desarrollo económico y bienestar. No hay otro, por muchos cantos de sirena, con que los nuevos populismos nos quieren endulzar los oídos. Ya Ulises, en su retorno a Ítaca, tras la guerra de Troya, supo que los cantos de las sirenas sólo conducían a la muerte y resistió la tentación atándose al mástil de su barco. Quizá deberíamos volver a las enseñanzas de los más antiguos, para darnos cuenta de que la historia es una sabiduría que nos puede servir para no sucumbir a las tentaciones fáciles del presente.

       

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