El último poemario de Juan Luis Bedins:
Incierto Perfume, deja una sensación tan rotunda de que nos encontramos
ante uno de los mejores poetas en lengua castellana de los últimos tiempos, que
exige, al menos, una segunda lectura, para corroborar, más sosegadamente, que
ese regusto no ha sido un espejismo, sino más bien la constatación de una
sospecha que ya se venía gestando después de leer sus libros anteriores:
Migración del alma (2018), Tánger (2013)… por citar algunos entre los
siete poemarios que lleva ya publicados.
No es esta una afirmación producto del
delirio de una noche alcohólica: Este tránsito de cervezas/multiplica la
noche/en su caudal más puro, que el autor nos ofrece en su poema “Sobre las
horas”, sino más bien la rendición ante un poeta que ya no podrá bajar nunca de
ese Olimpo poético al que muy pocos consiguen coronar.
Escribe Mario Benedetti: “Porque tú
siempre existes dondequiera/pero existes mejor donde te quiero, y Juan Luis
Bedins contesta: Piénsame desde tu sueño de luz/ acallado por la noche,
una única forma de expresar el deseo del amor, con la belleza de la palabra
hecha versos, y los dos poetas satisfaciendo nuestro ansia de poesía. Ansia,
deseo, luz que alumbra el alma enamorada, gastada por el tiempo, pujando por
renacer a la vida. Una luz que se manifiesta en la palabra como un faro de
esperanza a lo largo de todo el libro, porque sin ella la soledad se impone y el
alma se pierde por derroteros de autodestrucción, sólo esquivada cuando
volvemos al principio de nuestro ser: “Y fue así,/como el pensamiento luz/penetró
en las orillas de la tierra/hiriendo de aristas/los párpados del sueño”.
Juan Luis Bedins se desnuda en Incierto
Perfume a través de una tríada de conmociones: amor, luz, memoria, que nos
recuerdan como seguir viviendo, cómo los sueños impregnados de luz iluminan la
vida como un faro al que amarrarse para no caer en el vacío de la nada. Un
canto al tiempo que pasa y nos hace envejecer sin dramas, rejuvenecido por el
amor, que es el sustento del alma: “Sólo tu voz esponjosa/bate alas de luz
en la memoria”… “Pero a pesar de todo/siempre hay un tilo de luz/que
ilumina nuestra mirada”.
Un pálpito de belleza poética nos
enreda de forma sutil entre los versos de Incierto Perfume, donde la
vejez es un canto a la vida: “La vida es un amor que no caduca,/una
celebración de la belleza”, que sólo se alimenta de la esperanza: “Cada
mañana es un nuevo principio,/un aire fresco y fugitivo/que nos abraza”, un
amarre al pasado, a la memoria como una tabla de salvación, y sobre todo una
luz que brilla en cada uno de nuestros momentos presentes, pasados y futuros: “La
luz que se desprende del amor/en el recuerdo y en el presente,/como un sueño hecho
realidad”.
Porque en definitiva, la lectura de Incierto
Perfume, no es más que esperar a que Deborah Kerr llame a la puerta de un
hotel de Niza con una botella de whisky: “entró en la habitación,/besó mis
labios/y con una tímida sonrisa/preguntó ¿no me oías?/Hace más de una hora que
te llamo./ No contesté. La abracé suavemente/y caminamos despacio hacia la cama”.
Un sueño colmado de luz, que resurge de nuestra memoria.