Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 30 de septiembre de 2016
“Espero que no se cometa el mismo
error que en el Comité Federal del 28 de diciembre, en el que se pusieron
tantas líneas rojas, que la habitación quedó pintada de rojo y no se veía
nada”. Estas palabras de Miquel Iceta, confirman aquellas de Pérez Tapias,
cuando en abril de este año dejó claro que en aquel famoso Comité se bloqueó
cualquier acuerdo con PODEMOS, y por tanto, la posibilidad de formar un
gobierno de izquierdas. Coincidiendo con Pérez Tapias que el Partido de
Iglesias ha cometido muchos errores, el tiempo, ese tozudo implacable que tiene
la mala costumbre de sacar a relucir la verdad, nos está haciendo ver dos
cosas: una, que la división del PSOE es mucho más profunda de lo que parece y
otra, que la política en este país lleva varios meses en situación de bloqueo,
por esa división, cada vez más cainita, de resultado incierto.
Lo
que estamos viendo a las claras, es que Pedro Sánchez nunca ha sido del agrado
de la vieja guardia, que lo consintió como recambio transitorio en un momento
de gran desconcierto del Partido y desprestigio de sus dirigentes. Un tactismo
que pasaba por dulcificar la imagen ante la sociedad dándole una pátina de
renovación, mientras el mirlo blanco que todos deseaban para que todo cambiase y
todo siguiera igual, lanzaba su plataforma para la política nacional desde
Andalucía. No sé por qué siempre he sospechado que la dimisión de Griñán tuvo
más que ver con colocar a Susana Díaz en la presidencia andaluza, para darla a
conocer en el resto de España como líder áurica del socialismo patrio, que con
el caso de los EREs.
Pero
los tiempos en política nunca son como uno quiere y la vorágine de cambios que
en los últimos años se han precipitado sobre el aburrido panorama bipartidista
español, ha dado al traste con la estrategia de la vieja guardia y barones
socialistas que luchan por conservar su poder y controlar un Partido que ellos
mismos lo lanzaron al precipicio de la desafección de los electores. El
problema es gordo. Pedro Sánchez ya se ha cansado de que le traten como un peón
al servicio de los intereses de una casta que se resiste a abandonar los
privilegios que durante décadas les ha proporcionado un sistema político de
turnismo partidario en el gobierno. Además de llegar a la conclusión de que la
única alternativa que tiene para conservar el sillón de Secretario General es
el enfrentamiento total con quienes le quieren defenestrar desde su despacho de
la calle Ferraz.
Negar
la evidencia de que la izquierda, más allá del mesianismo fracasado de PODEMOS,
ya no es asunto que sólo compete a un Partido, es revolverse como gato panza
arriba ante los cambios que está experimentando el país. Que quienes están
gobernando gracias a PODEMOS plácidamente en sus comunidades autónomas le
nieguen la mayor a Pedro Sánchez, para hacerlo en el gobierno de España, es de
una hipocresía tan estúpida como absurda, que está sumiendo al país en una
situación de desgobierno, que solamente da alas a la derecha y su ejército
mediático. Que la derecha socialista encabezada por algunos dirigente
territoriales prefiera que el PSOE se abstenga para que gobierne el PP, antes
que promover un gobierno de izquierdas, con el argumento peregrino de un
nacionalismo español cuasi franquista, nos está haciendo ver que el PSOE
necesita una reforma en profundidad que le desligue de sus santos barones, en
comandita con una vieja guardia que ha perdido el sentido de la orientación de
tanto dar vueltas en puertas giratorias.
¿Es
Pedro Sánchez el líder que necesita el PSOE para resituarse como un Partido
importante en el panorama de la izquierda? Parece ser que no. Que está siendo
devorado por una élite patricia cada vez más hambrienta de poder y celosa
defensora de sus intereses. Aunque él no esté libre de pecado. El caso es que
todo apunta a que el PSOE va a seguir ronroneando con la derecha, alejándose
cada vez más de la geografía de la izquierda. Todo para que Susana Díaz acabe
alcanzando la gloria, aunque sea costa de empujar a su Partido por un
precipicio.
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