Imagen: George Christakis
Publicado en Levante de Castellón el 07 de septiembre de 2016
Estoy triste. Y no digo esto como
un recurso literario con el fin de crear empatía entre los lectores. No. Estoy
triste de verdad, por mis amigos socialistas, con los que tengo la suerte de
poder discutir largo y tendido de política desde hace años. Ellos sí creen que
el socialismo es un instrumento para cambiar la sociedad, una búsqueda que sólo
tiene como objetivo mejorar el mundo. Son personas que llevan años militando en
el PSOE y ahora ven cómo sus dirigentes se despedazan en una lucha que poco
tiene que ver con el socialismo y mucho con enfrentamientos aristocráticos para
hacerse con el poder. Nada nuevo en la historia de España; durante siglos los
nobles han pugnado entre sí, apoyando o derribando reyes, con el único fin de
no perder el poder al que ellos se sienten legitimados por la gracia de Dios.
Recuerden ustedes que la “gran reina” Isabel la Católica se hizo con la Corona
de Castilla tras una cruenta guerra civil entre diferentes bandos nobiliarios.
No digo esto por nada, pero parece que estos días en el PSOE ha estado
sucediendo lo mismo.
Por
eso mis amigos estarán tristes, al comprobar cómo una élite patricia se ha
revuelto contra todo, con tal de hacerse con el poder del Partido. No les han importado las consecuencias en su objetivo de
derrocar a Pedro Sánchez, que me gustaría recordar fue elegido por la
militancia en unas primarias, que ahora han desautorizado. Militantes que se
creyeron, al igual que mis amigos, que las primarias eran un avance democratizador
dentro del Partido. ¿Cómo se puede interpretar derrocar a un dirigente político,
elegido democráticamente, por métodos que nos recuerdan mucho a las asonadas
cuartelarías del siglo XIX? Por ser suave, porque a mí esto me suena, salvando
las distancias, a aquel golpe que hace ochenta años acabó con la democracia en
España, aunque este haya sido incruento, pero que al fin y al cabo comparten el
mismo fin: acabar con la legalidad democrática abruptamente. Que me perdonen
los que han participado en el derrocamiento de Pedro Sánchez, pero sus métodos
conspirativos, espurios y facinerosos, han sido eso: golpistas, porque se han saltado
a la torera sevillana todas las normas que el PSOE tiene articuladas para estos
casos.
No
quiero hacer con esto un defensa de Pedro Sánchez y su equipo, personalmente
creo que no ha sido un buen secretario general, porque siempre se ha comportado
más movido por sus intereses personales que por los del Partido y la sociedad.
Pero, en este caso, se ha limitado a cumplir lo que un Comité Federal aprobó:
no apoyar a Rajoy ni por activa, ni por pasiva. Por eso, el comportamiento de
una parte de la nobleza del Partido, con alguna que se piensa Grande de España,
induce a pensar que entre bastidores ha habido mucho más en juego que lo que
quieren hacernos ver.
Se
escandalizan los afines a Felipe González y la condesa de San Telmo, de que
Sánchez haya hablado de bandos en el Partido. Pero mis amigos y yo sabemos que
en el PSOE, como en la mayoría de los Partidos, toda la vida ha habido bandos,
tribus, familias, etc., que están más pendientes de alcanzar el poder que rendir
servicio al socialismo. Grupos de interés organizados que sólo piensan en los
militantes como brazos que se puedan alzar en las asambleas apoyando su
postura. Del debate ya se encargan los jefes da cada clan. Por eso, aparecer
escandalizados porque se habla de bandos, cuando Susana Díaz tiene
constantemente a los suyos de Andalucía colgando como una espada de Damocles
sobre la cabeza de cualquier dirigente que no se adapte a sus intereses
personales, sí digo personales, es de una hipocresía tan impostada que no es de
extrañar que haya organizado una cacería golpista contra quien ha osado
interponerse en su camino hacia la gloria monclovita.
Lo
cierto, es que mis amigos van a estar tristes durante mucho tiempo, porque sólo
hay una posible salida parar que dejen de estarlo y el PSOE recupere su
prestigio en la sociedad española y asimile que el espacio de la izquierda lo
va a tener que compartir con otras formaciones: que dimitan todos. Sí, todos y
todas los que ha participado en este esperpento vergonzoso, que ha colocado al
PSOE a los pies de los caballos. ¿O es que alguien piensa que Susana Díaz, en
la cabeza o en la cola, va a ser mejor secretaria general que Pedro Sánchez?
Eso, si se atreve a presentar su candidatura a la secretaría general, algo que
yo no lo veo muy claro en un PSOE devastado, y no coloca otro secretario de
paja, hasta que ella vea que los tiempos le son favorables. Eso sí se le da
bien: tirar la piedra y esconder la mano, como a todos los conspiradores.
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