Me
cuesta creer que lo sucedido esta mañana en Paiporta, sea sólo producto de la
desesperación de sus habitantes, porque la respuesta a las consecuencias de la
DANA del martes no ha tenido la celeridad que les hubiera gustado, aun siendo
cierto que cuando un grave problema nos afecta, cada minuto que pasa sin que se
solucione parece una eternidad. Siempre he creído en el sentido común de las
personas, por eso no puedo pensar, que el sentir mayoritario de los vecinos de
las localidades afectadas por la mayor catástrofe natural que hemos vivido en
España, sea atentar violentamente contra las autoridades, cuando estas van a
mostrar su solidaridad con su desgracia.
A lo
largo de nuestra vida hemos sido testigos de muchos acontecimientos que han
llevado a poblaciones al límite de su resiliencia, por dramáticas o
destructivas que hayan sido, pero nunca, hemos visto que esa desesperación se
manifestara de forma tan violenta contra quienes son las autoridades del Estado
que está poniendo remedio a su situación. Incluso habiendo habido errores, y en
este caso los ha habido, y alguno de ellos bastante gordo, como no haber
alertado a tiempo a la población del peligro que se cernía sobre sus vidas.
La
agresividad que hemos visto hoy contra el rey, el presidente del gobierno y el
presidente de la Generalitat Valenciana, excede, con mucho, el legítimo derecho
a la protesta, por muy justa que esta sea. Atacar con palos, barro, barras de
hierro, piedras e insultos que sobrepasan las mínimas reglas de la educación,
la decencia democrática y el decoro ciudadano, no es producto de un enfado,
sino, más bien, de una situación de polarización política, de la que algún alto
dirigente debería empezar a avergonzarse, que está siendo aprovechada por ese
populismo de extrema derecha, que sólo busca el enfrentamiento político, como
arma para hacerse un hueco en la sociedad.
Las
imágenes que hemos visto en televisión, cargadas de una agresividad impropia de
un país democrático, solamente pueden apuntar en una dirección: la de grupos
organizados de extrema derecha, con la intención de encender una mecha de insatisfacción
y llegar al despropósito que hemos visto hoy. Extrema derecha que viene
azuzando, desde hace tiempo, cualquier descontento popular, no contra el
gobierno -este sólo es un chivo expiatorio en su propósito-, sino contra el
propio sistema democrático del país. Afortunadamente, sus métodos son
conocidos, a poco que rasquemos en la historia.
¿Qué
habría sucedido si una de esas piedras hubieran impactado, letalmente, en el
rey, la reina o alguno de los presidentes de España y Valencia que les
acompañaban? ¿Alguien se imagina el escenario político que se habría abierto?
Posiblemente no. Ni ellos ni los medios que no han tardado en seguir echando
leña al fuego de la intolerancia antidemocrática ni los políticos que, más allá
de remangarse y ponerse a trabajar, se apuntan a la división y al “yo acuso”,
sin más razones que su supervivencia política. No todo vale, y lo de hoy en
Paiporta ha superado todos los límites que una sociedad democrática puede
soportar, haciéndonos ver, en directo, que la democracia en España está en
peligro.
¿Realmente
el Estado ha hecho dejación de sus obligaciones tras la DANA? Cierto que la
gestión de las autoridades autonómicas es manifiestamente mejorable, y tendrán
que responder por sus errores, siguiendo los cauces democráticos, no en
linchamientos populares. Cierto que el gobierno de España, quizá por un celo
excesivo a las normas constitucionales de respeto al sistema autonómico y sus
competencias, ha podido ser un poco timorato y podría haber llegado más lejos
en su intervención. Pero lo que no es cierto, de ninguna manera, es que hayan
hecho dejación de sus funciones tras el desastre material y humano del martes.
Si no, quién ha mandado estos días a los servicios de emergencia; quién ha
enviado a la UME, al ejército, a los bomberos, a la policía, a protección civil,
o quién ha implementado las medidas fiscales, económicas y políticas que se
están anunciando estos días. Quiénes llevan días tratando de poner orden en un
caos de proporciones bíblicas, a pesar de los errores que se puedan estar
produciendo, ante el tamaño de la catástrofe y todos los puntos en los que hay
que intervenir: localidades devastadas, comunicaciones, infraestructuras, búsqueda
de cuerpos, atención a las víctimas, organización de voluntarios, etc., etc.,
etc.
Este
país está sobrepasado de polarización política, por la incapacidad de algunos
dirigentes de asumir las reglas democráticas; por unos medios de comunicación
echados al monte de la desestabilización del gobierno, sin darse cuenta de que
lo que están desestabilizando es el propio sistema constitucional; por una
judicatura que ha perdido, hace mucho, la independencia y el buen juicio que se
le supone debe tener; y por una extrema derecha que atiza la confrontación,
porque están instalados en la mentira, el bulo y la infamia del “cuanto peor
mejor”. Una lacra que lo ensucia todo, a pesar de los intentos que gobierno
central y autonómico están haciendo por colaborar, más allá de sus posiciones
ideológicas, ante esta desgracia.
Por
último, la gravísima situación provocada por la DANA de esta semana, sólo se
puede solucionar con más Estado y servicios públicos, y menos ocurrencias
populistas del tipo “al pueblo sólo lo salva el pueblo”. Les recuerdo que el
resultado histórico del pueblo salva al pueblo, siempre ha desembocado en una
dictadura, el apellido se lo ponen ustedes, y seguro que aciertan. Y les
aseguro, que si esto hubiera sucedido en el contexto de una dictadura, muchos
iban a estar demasiado tiempo a pan y cebolla.
Reflexión muy acertada. La suscribo al cien por cien.
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