domingo, 18 de octubre de 2020

Conquistadores. Adventum. Levantar las alfombras de la España Imperial

 


Acabo de terminar de ver la serie Conquistadores. Adventum, producida por RTVE y dirigida por Israel del Santo. Lo primero que me gustaría señalar es la impecable factura, casi de gran producción, con unos excelentes actores y escenarios propios de la historia que se está narrando, que no es otra que una parte de la historia de España.

 Pero no es esa belleza estética y narrativa lo que más me ha llamado la atención, sino el contenido moral e histórico que transciende detrás de sus personajes y gestas, en un tema que ha sido manipulado por el poder y el nacionalismo imperial español, desde el minuto uno de la conquista hasta nuestros días. Solo tenemos que echar la vista atrás a los fastos pseudocoloniales que siguen presidiendo la celebración del 12 de octubre, fecha en la que Colón puso por primera vez  el pie en donde  él pensaba que eran las Indias.

 Un imperio tan torpe que se dejó arrebatar el nombre del  nuevo continente por un advenedizo que supo atribuirse lo que él no había hecho, y en vez de llamarse Colombia o Isabelia el nuevo territorio, por ejemplo, pasó a la historia con el nombre de América, en honor a un personaje que poco tuvo nada que ver con el descubrimiento. 

 Conquistadores. Adventum es una serie que se sostiene sobre la línea argumental de las venturas y desventuras de algunos de los conquistadores más importantes, muy alejados, por otro lado, de la grandeza casi mitológica, que les ha otorgado la historia oficial, deseosa de encumbrar héroes de la patria, para la construcción del mito de la España Imperial. Tiene el acierto de contar con un narrador, que le otorga a la serie una unidad argumental, salvando el peligro de haberse convertido en capítulos estancos sobre cada uno de los conquistadores.

 Colon, Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, Vasco Núñez de Balboa, Magallanes, Elcano, Cabeza de Vaca, conquistadores que procuraron un inmenso territorio a la corona durante los treinta primeros años de la conquista. Quizá por eso, se han quedado fuera, apuntando a una posible segunda temporada: Hernán Cortes, Francisco Pizarro y Pedro de Valdivia, entre otros. Todos ellos tratados con una mirada humana, que los aleja bastante de la leyenda forjada en torno a su figura. Porque los conquistadores, ante todo eran hombres que buscaban la gloria y la hacienda. Personajes únicos e irrepetibles, los conocidos y todos los que los acompañaron en el anonimato, movidos por una inmensa codicia, que los llevó a alcanzar un mundo hasta entonces desconocido para el oriente europeo (digo oriente, porque Europa está al este del Nuevo Mundo).

 Codicia de los conquistadores y codicia de una monarquía, que con un coste bajo mandó a hombres y pertrechos a lo desconocido, en esos primeros años para controlar el mercado de las especias, descubriendo una ruta más directa que la de los portugueses. No hay que olvidar que esta fue una época de gran confrontación entre las coronas de Portugal y Castilla, por controlar los mares y sus rutas de navegación. Y aquí entra en juego el Tratado de Tordesillas, por el cual, mediante la mediación del papa Alejando VI, en 1494 se firmó en la localidad castellana un acuerdo que concedió a Portugal todas las tierras y aguas comprendidas al oeste de una línea imaginaria establecida a 370 leguas hacia el este de la isla de Cabo Verde, y a la Corona de Castilla, las comprendidas al este.  Es decir, para Portugal sería lo descubierto de Brasil hacia Europa, y para Castilla, todo lo demás.

 Los Reyes Católicos, especialmente Isabel, pensaron que si se pudiera llegar a las Indias navegando hacia Occidente, controlarían las especias. Hay que tener en cuenta, que en esa época, aunque ya se sabía que la tierra era redonda, no se tenía constancia de ello fehacientemente y era mucha la confusión.      

 La codicia de una monarquía que no podía o no quería controlar los desmanes de los conquistadores, por muchas pragmáticas y cedulas reales que dictara; a fin de cuentas el Nuevo Mundo estaba muy lejos, y ellos no se iban a enterar de la “misa la media”. Porque los adelantados, gobernadores, virreyes… participaban de la misma codicia de poder y riquezas que los conquistadores y la corte en Castilla. Y todo ello devino en una brutalidad sin parangón, porque quienes allí estaban tenían tres funciones: anexionar territorios de los indígenas, controlar estos territorios y las riquezas que pudieran tener y aumentar el poder de la Iglesia, cristianizando por las buenas o por las malas. Esa brutalidad tenía otro fundamento: pensar que los indios no eran seres humanos y, por ello, se les podía maltratar, esclavizar, torturar y matar, sin que nadie se echara las manos a la cabeza, o casi nadie. Muy acertada es la aparición de fray Bartolomé de las Casas en uno de los capítulos, denunciando ante importantes prohombres de la Corte lo que estaba sucediendo: un comportamiento muy alejado de los principios de evangelización cristiana que el dominico tenía, y que no parece compartieran sus superiores de orden y en general la Iglesia Católica Apostólica y Romana.

 Muy recomendable la serie en tiempos de corrección política, cada vez más moralista y acrítica con la historia. Un dardo envenenado contra aquellos que van por “rutas imperiales caminando hacia Dios”.  No puedo decir, por menos, que es una serie valiente y necesaria. Quizá por eso, ha pasado inadvertida para el gran público, porque lo que no interesa a reyes y gobernantes, es que la historia se conozca desde puntos de vista menos triunfalistas y mucho menos, que ponga en solfa los grandes mitos que han construido esta nación que se llama España.

 

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