"Niño espulgándose" Murillo
Publicado en Levante de Castellón el 2 de febrero de 2018
Los trabajadores de la hostelería
de Castellón llevan sin convenio desde 2012. Opel amenaza con llevarse la
producción del Opel Corsa de su factoría de Figueruelas a otro país, si los
trabajadores no aceptan una reducción de sus condiciones laborales, entre ellas
la salarial. Estos son dos ejemplos de la caída libre en la que se encuentran
los derechos laborales de los trabajadores, por una legislación, que ya sin tapujos,
apuesta por convertir a la clase trabajadora en servidumbre laboral de la
empresa.
El
trabajo ya no es un medio de estabilidad personal, desde la que se puede
planificar la vida sin grandes sobresaltos y, mucho menos, esa fuente de
dignidad que los individuos sentían al considerarse útiles para la sociedad,
siendo correspondidos con un salario digno que los alejaba de la pobreza. Hoy,
más bien, nos encontramos en el escenario contrario: la precariedad del mundo
laboral ha liquidado cualquier atisbo de estabilidad económica y lapidado la
dignidad laboral, al convertir a los trabajadores en herramientas de usar y
tirar, al servicio de una economía que sólo tiene como objetivo el
enriquecimiento de desvergonzado de los que más tienen, incluidos los resortes
del poder.
Asistimos
al ensalzamiento de la economía denominada macro, esa que el común de los
mortales sólo alcanza a ver en los medios de comunicación, con grandes cifras
de crecimiento y engolamiento en las voces de los dirigentes económicos, que
sirven para disimular la otra realidad, la de millones de personas que
malviven, privadas de bienes que son básicos para llevar una vida digna. Cifras de reducción del desempleo, que se
sostienen sobre la precariedad laboral, mientras la pobreza se extiende entre
los que tiene un trabajo. Parece que
nadie se escandaliza porque el 25% de los trabajadores están en situación de
pobreza.
Ya no
garantiza el trabajo salir de la penuria económica, cuando se fuerza, desde la
autoridad que dan unas leyes aprobadas para ello, a tener que renunciar a
mejoras que se tenían, bajo la amenaza de perder el puesto de trabajo o
convertirse en saltimbanquis de contrato en contrato, muchos de ellos por
horas, días o semanas, que sí, rebajan las cifras del paro, pero no sirven para
salir de la pobreza laboral.
El medio más efectivo para que una persona
tenga una vida digna alejada de la amenaza de la miseria, es el salario. Dad a
la sociedad un salario decente y se enriquecerá; y sus habitantes se
convertirán en seres dignos, capaces de mejorarla. Porque el mayor distribuidor
de la riqueza que existe es el salario, por encima de los impuestos, la caridad
y las buenas intenciones de todos aquellos que luchan por suavizar la
pobreza.
Sin
embargo, la actual clase dirigente mundial, que se reúne en Davos, en esa
fiesta del capitalismo salvaje, que todos los años planifica la mejor manera,
como si fuese un trampantojo, de seguir enriqueciéndose a costa de seguir
empobreciéndonos. Diseñan un mundo a su medida, en el que la mayoría de la
sociedad sólo va a tener el papel de servidumbre, y lo peor de todo, es que esa
sociedad acepta ese papel de semiesclavitud que le otorga la oligarquía del
mundo, ya camino de la plutocracia.
Tienen
un instrumento poderosísimo para ello: el miedo. La pobreza o su proximidad,
produce miedo y atenaza las conciencias. Por eso nunca van a acabar con el
paro, los contratos precarios, las amenazas de dumping laboral, la brecha
salarial, la supresión de las condiciones de trabajo: horarios, jornadas, salud
laboral, etc. Nada de lo que suponga que los trabajadores ganen relevancia y,
por tanto, fuerza, van a consentir. Para ello ya se encargaron de enterrar a
los sindicatos en el olvido de los trabajadores, haciéndoles ver que son una
lacra para sus intereses laborales.
Cuando
dicen que no hay trabajo para todo el mundo, es mentira. No lo hay si se
pretende acumular la riqueza en muy pocas manos. Igual que nos hacen creer que
si no hubiera agricultura intensiva y transgénica controlada por media docena
de multinacionales, el mundo se moriría
de hambre, cuando, hay cientos de miles, millones de hectáreas yermas en el
mundo, que podría alimentar a la humanidad, sólo con cambiar el modelo
productivo. Pero este es otro tema, aunque del mismo libro, que trata de
construir una sociedad bipolar llena de privilegios para unos pocos y de
carencias y pobreza para el resto. La ciencia ficción ya está aquí.
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