Publicado en Levante de Castellón el 23 de febrero de 2018
La presidenta de la Comunidad de
Madrid, Cristina Cifuentes, dice que la huelga del 8 de marzo está planteada
para desgastar al gobierno de M. Rajoy. Razón no lo falta, teniendo en cuenta
que el actual ejecutivo es el que ha hecho menos por acabar con la desigualdad
de género, desde que existe la democracia. Tampoco va a hacer huelga Inés Arrimadas,
la triunfadora fallida de las elecciones catalanas del 155. No le parece bien
la huelga, porque según ella: “Es una huelga ideológica” (?). Desconozco cómo
serán las huelgas en el mundo de naranja del fin de las ideologías de Inés
Arrimadas y su Partido. Pero en el mundo real, todas las huelgas tienen un
principio ideológico, porque las ideas surgen de la observación de la realidad,
para cambiarla, unas veces para peor y otras para mejor, y la huelga es un
instrumento de ese cambio. Otra cosa, es que la líder de Ciudadanos en Cataluña
piense que en la situación de desigualdad de género que sufren las mujeres no
hay nada que cambiar, no vaya a ser que el sacrosanto capitalismo de sálvese
quien pueda, que ella y sus correligionarios de Partido defienden, se vea cuestionado
y denunciado. Aunque tengo que decirle una cosa, para su tranquilidad: el
machismo y la sociedad patriarcal no es una cosa nueva, que haya inventado el
capitalismo, tiene varios miles de años de historia y salpica a todas las
ideologías, incluidas las actuales. En ese sentido, el que esté libre de
pecado, que tire la primera piedra. Donde está la diferencia entre sus ideas y
las de la señora Cifuentes, es que hay otras que defienden que la igualdad, la
equidad salarial y la libertad para que cada persona (mujer u hombre)
planifique su vida, es un derecho que ya no resiste más seguir silenciado.
La
verdad es que yo tampoco voy a hacer huelga y no porque no me lo pida el
cuerpo, sino porque los hombres de mi
generación y de otras más jóvenes, necesitamos, regularmente, que nos den una
colleja, para sacarnos de la comodidad de un machismo que nos han inculcado
desde la cuna, y en el que se vive muy cómodo.
Es
necesario que se visualice a las mujeres y sus reivindicaciones, sin
interferencias. De eso se trata, de que se vea que sin mujeres la sociedad se
paraliza, la vida no funciona, aunque estemos los hombres al pie de cañón (!).
Por ello, no se trata de que hagamos sus tareas, si fuese así, la huelga no
tendría ninguna incidencia y se daría la imagen de que son prescindibles en el
funcionamiento de la sociedad. Huelga fallida. A ver si ahora, nos vamos a
poner los hombres estupendos y nos pasamos el día poniendo lavadoras, llevando
a los niños al cole, haciendo los deberes o esquiroleando un poco en el
trabajo, para sacar la faena que ellas no va hacer por estar en huelga.
Lo
mejor que podemos hacer los hombres el 8 de marzo, es seguir haciendo lo que
hasta ahora: algunos mucho y otros nada, salvo en casos de necesidad imperiosa:
los niños tiene que comer. Esa debe ser nuestra solidaridad con las mujeres,
nuestro apoyo, que en este caso es más importante que sea desde la grada, como
cuando vamos a un partido de fútbol y nos dejamos la garganta (algunos algo
más) animando a nuestro equipo. Las mujeres tienen que sentir nuestra
presencia, pero desde la barrera;
nuestro apoyo, pero no haciendo de esquiroles; nuestras solidaridad, yendo a las
manifestaciones en un segundo plano; nuestro afecto, pero sin paternalismos que
impidan su protagonismo.
El
éxito de esta huelga es también nuestro
éxito, si creemos que el mundo de la postverdad es un cuento chino, que sólo
sirve para seguir manteniendo a la mitad de la población doblemente explotada y
sometida. Su lucha es también nuestra lucha, para que no volvamos a leer
noticias como esta: “La brecha salarial hace que las empresas gane 42.000
millones de euros más al año”. Leyendo
esta noticia, no es de extrañar que Arrimadas y Cifuentes no vayan a seguir la
huelga del 8 de marzo. Esto sí que atenta contra el capitalismo y desgasta al
gobierno.
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