Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 17 de junio de 2016
Ecuador de la campaña electoral.
No sé por qué desconfío de la insistencia que los medios de comunicación están
poniendo en el bajo interés de los españoles en las elecciones del domingo 26.
Como últimamente tengo la sensación de estar abonado a la teoría de la
conspiración (tengo que hacerme mirar esto) , me parece que la tal desidia
electoral no se ajusta a la realidad, sino que tiene que ver con el interés del
poder establecido, ese que muestra tanto miedo a que las cosas cambien, en
desanimar a los votantes, a ver si con un poco de suerte se quedan en casa, y
por esa suerte de sortilegio que hace a la abstención castigar a los partidos
de izquierda, pudieran ganar las elecciones los Partidos de derechas y formar
gobierno con cierta facilidad.
Yo,
sin embargo, encaramado en una cucaña
contestataria, creo que la realidad no es así, a pesar de que sí parece que
pueda haber un aumento de la abstención, algo natural cuando unas elecciones se
repiten en tan corto espacio de tiempo. Mi percepción es que el interés no ha
bajado un ápice, porque el electorado intuye que después del primer asalto,
este segundo va a ser definitivo. Por eso las encuestas anuncian un ajuste del
voto por la izquierda y por la derecha. Aunque las encuestas han dejado de ser
un instrumento estadístico fiable, para convertirse en armas de
instrumentalización del voto, dirigidas a la movilización o desmovilización de sectores del electorado,
en función de los intereses de quienes las pagan. Incluso, sirven para preparar
el camino de posibles alianzas, aunque sea prescindiendo de algún líder que
otro, que pueda ser un obstáculo para futuros pactos. Lo hemos podido leer en la edición impresa de
El País del domingo 12: “La mayoría del PP acepta que se vaya Rajoy para formar
gobierno”. Toda una declaración de intenciones de un medio que se ha decantado
desde el 20-D por la Gran Coalición y sabe que Rajoy puede ser el mayor
obstáculo para alcanzar esa gran pacto que salve a España de los “radicalismos”
podemitas.
Pero
lo que no me queda claro en este ecuador de la campaña, es por qué el Pacto a
la Valenciana puesto en la mesa de negociación por la izquierda en confluencia
y no mal visto por una parte del PSOE, no fructificó habiéndonos evitado estar
otra vez a las puertas de unas elecciones.
Se
ha celebrado en estas fechas el primer aniversario del Pacto del Botánico, ese
acuerdo entre el PSPV, Compromís y Podemos (aunque es cierto que este cometió
el error, a mi juicio, de no asumir la responsabilidad política que los
electores le dieron) que dio el gobierno de la Generalitat a Ximo Puig. En este
primer aniversario, según pública la prensa, el 86% de las propuestas pactadas
se han ejecutado o están en trámite de ejecución. Los valencianos hemos notado
un cambio sustancial en la forma de gobernar y las medidas que se están
poniendo en práctica, a pesar de la campaña de la derecha, que sólo ve caos,
están siendo positivas, a pesar del bloqueo económico del gobierno central.
El
Pacto a la Valenciana, con sus defectos, es un modelo de gobernabilidad
perfectamente trasferible al resto del país, que a alguien, quizá pensado en
otros pactos más del agrado de quienes están instalados en un poder que se siente
amenazado, no le vino bien. Por lo que no puedo evitar pensar por qué lo que es bueno
para los valencianos no puede serlo para el resto de los españoles.
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