Publicado en Levante de Castellón el 2 de noviembre de 2017
¿Qué es la patria? Sin lugar a
dudas, una pregunta controvertida en España. No así en otros países, donde la
patria está asociada con orgullo a sus ciudadanos, como un concepto que teje la
con vivencia entre todos. En Inglaterra a haber sido los fundadores de la
democracia; en Francia, a la idea laica y republicana del Estado; en Alemania a
la construcción de las diferentes voluntades políticas que acabaron dando forma
a un Estado Federal y de bienestar. Podríamos seguir, pero el artículo no da
para tanto. Sin embargo en España, la patria ha sido siempre patrimonio del
poder más casposo de señores y vasallos, de nobles y súbditos, de corruptos y
explotadores. Una patria que ha tenido a la Iglesia como brazo intelectual y al
Ejército como brazo golpeador al servicio de un poder rancio y conservador. Lo
que la ha convertido en patrimonio de unos
y ausencia para otros.
Ni
si quiera en la República hubo consenso. En cuanto las derechas ganaron las
elecciones de 1933 se empezó a desmontar la patria republicana que algunos
habían soñado. Y cuando las izquierdas volvieron a ganar en 1936, los patriotas
utilizaron la fuerza para que volviera a ser exclusivo patrimonio de los de
siempre, sumiendo a España en la feroz dictadura que durante cuatro décadas
impuso el palo y el catecismo. Un poder que tomo símbolos de reyes antiguos; el
escudo de Franco era una mimesis del de los Reyes Católicos, con las flechas
bocabajo, monarcas a los que convirtió en fascistas de la noche a la mañana,
por no hablar del uso torticero que se hizo de Felipe II, convirtiéndolo en un
monarca fuente de inspiración del dictador Franco.
No
es de extrañar, entonces, que la izquierda reniegue de la patria y sus
símbolos, a pesar de haber tenido que aceptarlos a regañadientes en a
Transición. Pero ya han pasado cuarenta años desde que la democracia volvió a
España y la izquierda debería empezar a replantearse sus resquemores hacia esa
patria y sus símbolos, que ya no es ni franquista, ni la de los Reyes Católicos.
Seguir
pensando que la bandera actual es la de Franco (después de cuatro décadas de
democracia) y que solo la republicana es capaz de conducirnos a un país mejor,
es un disparate que tiene atrapada a la izquierda en un bucle histórico de
difícil salida. Sobre todo cuando la juventud tiene aceptada la bandera roja y
amarilla con tanta normalidad que la llevan de pulsera sin sentir que están
traicionando nada, o la sacan a pasar sin complejos cada vez que la ocasión lo
merece. Los cincuentones de izquierdas deberían darse cuenta de que ese debate
ya no le interesa a la mayoría de la población y, además, no lo entienden.
Qué
decir del escudo, que surgió de la Constitución, y el himno. Tenemos un himno
maravilloso porque no tiene letra. Bueno si tiene, el
lo-lo-lo-lo-lololololololo-lololo-lolo, lolololololoooo. Qué más queremos: es
fácil de aprender y no ofende a nadie. Salvo los que se quieran sentir
ofendidos, que eso es otra cosa. Los símbolos son parte de una nación y aceptar
los que son en nuestra democracia, cierto que imperfecta, pero democracia a fin
de cuentas, sería un paso importante para la normalización política del país y,
a lo mejor, bueno electoralmente para la izquierda.
Otra
cosa es que la Constitución necesita un paso por el taller, para revisar lo que
ya no cubre las expectativas de la sociedad actual y ser conscientes que en España hay otras naciones que deben tener
sus símbolos y ser respetados por todos, porque también son patria que hacen
una mayor, que se llama España, como conjunto de todas ellas.
Dejémonos
de cantos de sirena que viene del pasado y asumamos que lo que tenemos es bueno,
aunque haya que reformarlo; que nació demasiado tutelada por la dictadura, pero
que ha convertido este país en lo contrario a lo que era cuando Franco murió y
se dieron los primeros pasos hacia una democracia.
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