Publicado en Levante de Castellón el 3 de noviembre de 2017
Todavía ando preguntándome cómo
hemos podido llega a esta situación, qué no sé muy bien si es de opereta o un
drama nacional. Aunque si uno se pone a pensar, bien pueden ser las dos cosas.
El drama se está viviendo en la sociedad catalana, fracturada por el peor virus
que puede tener una comunidad, que no es otro que el de la intolerancia,
inoculada por un nacionalismo estúpido y excluyente; el mismo que destruyó
España en los años 30 y abrió la puerta de una guerra civil, en la que la
sociedad puso todo su empeño en destruirse, como única bandera de sus
ideologías. El mismo que pocos años después recorrió Europa al ritmo de
eliminar a sus detractores, en la mayor guerra que ha vivido el continente a lo
largo de su historia; el mismo que enfrentó a vecinos y amigos en los Balcanes
acabando con una convivencia pacífica de años.
No
se está llegando a tanto en Cataluña, afortunadamente, pero nadie está exento
de que la intolerancia alcance unos niveles tan elevados que lo que hoy es
ruptura de relaciones, mañana sea violencia y sufrimiento. Lo hemos vivido
durante varias décadas en España y no
nos debe asombrar que esto ocurra. Porque cuando la hidra del
nacionalismo, que se creé elegido por los dioses, se despierta, ya nadie puede
pararla.
Es
de opereta, porque el espectáculo que determinada clase política está dando
sería digno de un libreto de zarzuela cómica, sino tuviera las consecuencias en
la sociedad catalana que está teniendo. Una clase política en Cataluña que ha
perdido el sentido del ridículo en su camino triunfal hacia la independencia.
Por no hablar del gobierno central, ávido de intervenir en Cataluña en nombre
de una Constitución que ellos se saltan a la torera cada vez que ésta es un
obstáculo en su camino.
Volvamos
a la pregunta del principio ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué no se ha
frenado este disparate antes? Parece que los gobernantes de Cataluña y España
se han empeñado en inflar un globo hasta el punto que nos ha estallado a todos
los ciudadanos de a pie en la cara ¿Qué intereses han tenido unos y otros en
convertir un problema territorial en el mayor problema que tienen España y
Cataluña ahora mismo? No voy a contestar retóricamente, qué cada uno busque las
respuestas que nos han conducido a esta situación. Pero sí quiero reivindicar
la Transición, que parece está demodé, incluso señalada como artífice de todos
los problemas que tiene España
Quizá
deberíamos fijarnos un poco más en aquellos años de reivindicación de la
democracia. Es cierto que fueron muchos los flecos que quedaron pendientes; que
la Constitución, vista desde la perspectiva actual, no atendió a todos los
problemas que la sociedad española tenía. Pero no es más cierto que se hizo
todo lo que se podía hacer para traer a España una democracia que habíamos
tenido robada por la Dictadura. La Transición fue un ejercicio de tolerancia con
el único fin de establecer una sociedad de convivencia, porque no hay
democracia sin convivencia y respeto a las ideas del otro. Justo lo que se ha
perdido en Cataluña y no debe contaminar al resto de España. Por ello hay que
reivindicarla, y por ello se hace necesario modificarla, porque la sociedad
española del siglo XXI no es la que salía de una dictadura hace cuarenta años.
Esta
II Transición, que algunos dicen ya estamos inmersos, tiene que atender a la
nueva sociedad y encontrar salida a sus problemas viejos, no resueltos en la primera,
y nuevos, surgidos de unos tiempos muy diferentes. Pero hay una cosa que las
dos tienen en común: la tolerancia, porque al igual que antes, permitirá que
vivamos todos en convivencia y en paz.
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