Publicado en Levante de Castellón el 17 de noviembre de 2017
En el año 1977, el humorista
Pedro Ruiz publicó un disco que se titulaba “Histeria de España”, donde, en
clave de humor, hacía un repaso de algunas cosas que estaban sucediendo en la
España de aquellos años. En el disco había una canción, en cuestión, que se
denominaba “Adiós muchachos”, que tomando la música del tango de Carlos Gardel,
decía en alguna estrofa: “Adiós muchachos
compañeros de camisa/me voy pa Suisa/con la divisa./Adiós Girón, adiós Piñar,
adiós Covisa,/el Movimiento no resiste más.” Patriotas que habían tenido a
la sociedad española bajo el yugo de una feroz dictadura, y no lo digo por sus
consecuencias políticas para quienes osaban opositar, sino por la pobreza que
instalaron en gran parte de la población, que ni siquiera con tres trabajos,
por supuesto sin ningún derecho laboral, podían llegar a fin de mes.
Aquellos
patriotas de brazo en alto y boca llena de España, hombres y mujeres que
sostenían un régimen ahíto de camisas azules y sotanas, rezaban, también en la
escuela, por Dios, por España y por el
Generalísimo, mientras la miseria campaba por pueblos y plazas como el óbolo
que había que pagar a todos ellos. Patriotas que cuando sospecharon que las
cosas iban a cambiar y ya no servía cantar el Cara al Sol por las mañanas en
los colegios, ni los ejercicios espirituales que curas obsesionados con la
masturbación hacían hacer a los escolares una vez al año, no tuvieron ningún
reparo en llevarse el dinero que habían atesorado durante cuarenta años de dictadura,
a costa de palo y poca zanahoria, a Suisa, como decía la canción.
Aquí
todo el mundo se llevaba las pesetas, suyas o de otros: artistas, toreros,
falangistas de camisa nueva y camisa vieja, deportistas, banqueros, obispos,
ministros del Opus y civiles, cantantes de fama…, toda una panoplia de
patriotas, que no dudaron ni un segundo en dejar secas las finanzas del país
que decían defender. Los maletines iban llenos y venían vacíos, pasando unas
fronteras tan laxas para llevarse el dinero, como duras para salir los
opositores. En Suiza, que llevan años viviendo del dinero de todos los
patriotas del mundo, todo eran bendiciones.
Patriotas
en la jefatura del Estado que se llevaron al País Helvético la herencia
recibida de sus padres. Honorables, que también se llevaron la herencia de sus
antecesores, esta vez a Andorra, nuevo paraíso fiscal para los españoles (entre
loterías y herencias, a los dirigentes de este país parece que les ha señalado
la barita de la suerte), que con el tiempo fueran haciendo patria, según
avanzaba la democracia, con avances de ingeniería fiscal o empadronándose en la
capital andorrana.
Porque
el tiempo ha ido cambiando las formas de llevarse el dinero ganado sin registro
del fisco, para evadir todo lo que se pueda. Y aunque estemos en democracia, o
por lo menos no en una dictadura, los paraísos fiscales parece que han abierto
una sucursal en España. Un fórmula que consiste en tener la cantidad suficiente
y rápidamente el gobierno y los gobiernos del mundo globalizado para defraudar
al fisco, girarán la cabeza para seguir complicando la vida a quienes no
disponen de esas cantidades que abren las puertas de paraíso, en este caso
fiscal, y hacerles pagar todo lo que se han llevado los otros, sin
conmiseración. Porque al final esto es como la Ley de los Vasos Comunicantes:
para mantener el nivel igual en los vasos, si a uno de ellos les dejas salir
por una espita el agua, al otro lo tendrás que estar llenando constantemente.
Al
final, siempre son las élites gobernantes, los patriotas de bandera, himno y
Constitución, quienes permiten estos
trapicheos financieros, utilizados por ellos y todo aquel que pueda, tal como
se está viendo en los últimos días y meses, algo que en España ya sabíamos
desde que los camisas azules y compañía se fueron Suiza con la divisa.
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