Imagen: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón
El domingo pasado otra suerte se ha puesto en
liza, salvando todas las distancias históricas y temporales, en el socialismo
español. Esta vez, mucho menos incruenta que la guerra civil que asoló Roma
tras el golpe del procónsul César, y más democrática, todo hay que decirlo,
pero no exenta de parecerse a una guerra civil, políticamente muy cruenta, que
va a dejar muchos cadáveres, en el sentido figurado, tirados en la cuneta.
Porque lo vivido en los últimos tiempos en el PSOE, en donde las élites del
Partido han tensado tanto la cuerda para hacerse con el poder, ha creado una
fractura tan grande, que difícilmente va a poder coserse y sanar, salvo que
pudiera alzarse con el poder del gobierno, situación que no cura, pero es un
bálsamo que evita que las heridas supuren. Y ahí es donde va a estar su Talón
de Aquiles.
Unas
primarias en un país como España, de filias y fobias, que con facilidad se
convierten en el modus vivendi modus subsistendi de muchos, corren el riesgo de
convertirse en un enfrentamiento fratricida, sino no están muy controlados los
daños producidos por la artillería durante las semanas de enfrentamiento.
Meterse en una guerra pensando en aplastar al enemigo si se vence, no tiene
ningún resultado positivo, más bien destruye la convivencia en la comunidad, forzando
a quien gana a tener mano dura contra cualquiera que trate de levantar la
cabeza contra el vencedor.
Me van a disculpar
tanto símil bélico, pero la sensación que le queda a un ajeno al Partido
Socialista es que no se ha planteado el debate en torno a unas ideas y unos
candidatos, que aspiraban a convertirse en líderes del Partido, sino que hemos
asistido a un conflicto con tanta beligerancia, que recuerda, excesivamente, a
otros tiempos, en los que había que destruir al enemigo para empezar un tiempo
nuevo.
Pero
el nuevo PSOE, como decía antes, tiene un Talón de Aquiles, y es que ya no va a
ser el Partido hegemónico de la izquierda, ya no va a poder alternarse en el
poder con la derecha, como lo ha venido haciendo desde la Transición. Porque el
Partido Socialista surgido en Suresnes, el que fue capaz del fagocitar en la
Transición al resto de socialismos patrios, ha pasado a la historia, con sus
luces y sus sombras, y ya es carne de los libros de texto.
El
nuevo secretario general, tiene que ser consciente de dos cosas: la primera que
la socialdemocracia ya no es válida para abanderar la izquierda, simplemente
porque la sociedad ha cambiado y aquella no ha sabido adaptarse a esos cambios;
y la segunda, que como consecuencia de esa derrota, está surgiendo otra
izquierda, con la que va a tener que compartir el poder, si es que algún día,
ambas izquierdas son capaces de entender esto y ponerse de acuerdo para
gobernar.
Difícil tarea tiene Pedro Sánchez, con un
Partido roto y una sociedad que ya no tiene en él el referente mayoritario de
la izquierda. Si no abandona los coqueteos con el neoliberalismo, que muchos dirigentes
de su Partido mantienen; si no se desmarca de todos aquellos que han entendido
el PSOE como un aparato de poder y medro personal, cada vez más distanciado de
la militancia y la ciudadanía; si no es capaz de resituar a su Partido en
el nuevo contexto político del país y la
izquierda, no viendo a Podemos como el enemigo a batir, antes que a la derecha,
estas primarias sólo habrán servido para despeñar más rápido al PSOE por el
abismo. Y eso no es bueno, ni para la izquierda, ni para el país. En cualquier caso, enhorabuena a Pedro
Sánchez y a todos los que han creído en el PSOE que la utopía del cambio es
posible, incluso con todas la élites del poder en su contra.
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