Publicado en Levante de Castellón
Seguimos a vueltas con Cataluña,
como excusa perfecta para tapar las vergüenzas de un sistema corrupto, que ha
sido durante años en España (incluida Cataluña), el refugio perfecto para que
todos los ladrones de guante blanco hayan campado a sus anchas, amparados por
un poder que ellos también detentaban.
Todos
sabemos ya que la fiebre independentista de la derecha catalana no ha sido otra
cosa que la cortina de humo para disimular la pésima gestión de los sucesivos
gobiernos de CIU en la región, perdón, nacionalidad, desde que Artur Mas se
erigió como sucesor del todo poderoso Jordi Pujol y su sistema de corrupción
consentido por los sucesivos gobiernos centrales y la monarquía. Igualmente,
cada vez se deja ver con más claridad, que el nacionalismo español,
representado por el PP y una gran parte del PSOE, ha venido utilizando a su
conveniencia política las sucesivas huidas hacia delante de los
independentistas catalanes, para esconder sus miserias. Por ejemplo, resulta
curioso que cuando más aprietan los casos de corrupción contra el PP y CIU se
reactive el conflicto nacionalistas españoles vs nacionalistas catalanes.
La
derecha se entiende con suma facilidad cuando el zapato les empieza apretar. Por ello, la discusión entre las
diferentes derechas del país, no deja de ser una pelea de gallos, de machos
alfa, para ver quién controla el poder del corral, cada uno del suyo. Hasta ahí,
todo parecía claro, el reparto de poder más o menos estaba aceptado y lo sigue
estando. Sólo tenemos que ver como se cambian favores unos a otros, cuando la
ocasión lo requiere. Lo que nos puede hacer pesar que los rifirrafes a los que
nos tienen acostumbrados no son más que una pose de cara a la galería.
¿Por
qué si PP y PDC son capaces de llegar a acuerdos, bajo la mesa camilla, sobre
asuntos que afectan a sus procesos de corrupción, no son capaces de sentarse para rebajar la
tensión nacionalista e iniciar negociaciones? Está claro que no les interesa.
Que es mejor tenernos atontados con discursos patrióticos imbuidos de orgullo nacional,
a que les estemos exigiendo responsabilidades por ser los artífices,
consentidores y beneficiarios directos de la corrupción que está asolando
España.
El problema viene cuando la
sobreactuación sobrepasa ciertas líneas y la única solución a sus problemas de
falta de decencia publica, conduce a un enroque de posturas, que sólo tiene
como salida una huida hacia adelante que reafirme su poder frente al otro. Hasta el punto que la derecha catalana se
rinde a un Partido de ultraizquierda como la CUP, porque este le garantiza que
el proceso independentista siga avanzando, ahora ya como salvavidas de sus
dirigentes. Lo mismo que si el PP hubiese necesitado el voto de HB para sacar
adelante sus presupuestos, lo habría aceptado. La derecha no tiene tantos
escrúpulos como la izquierda cuando de mantenerse no le poder se trata, a pesar
de los aspavientos de dignidad fingida a los que nos tienen acostumbrados.
Pero
ahora ya no se trata sólo de una lucha de poder para mantener una posición
dominante en el tablero político. Están tan infectados de corrupción, que sólo
un nacionalismo ultramontano puede lavar sus imagen ante la opinión publica (ya
saben la patria como Bálsamo de Fierabrás) y quién sabe, si sus problemas con
la justicia. Pero como son prácticos, mientras, se afanan en controlar ésta,
con un descaro que raya el insulto.
Hasta hace poco
les bastaba con manejar a golpe de talonario público los medios de comunicación, pero las redes
sociales y el fuego amigo cruzado, responsable de tantas filtraciones, hace que
sólo el control jueces y fiscales les garantice salir indemnes -algún tonto por
el camino pagará los platos rotos- de la pudrición que les invade. Así lo está
haciendo el PP, copando las instituciones judiciales más importantes del país,
y así pretende hacerlo el nacionalismo catalán. Si algún día alcanzaran la
independencia, han llegado, incluso, a anunciar una amnistía para los delitos
cometidos en Cataluña, igual que se hizo durante la Transición, que la amnistía
sirvió para exonerar al franquismo y sus dirigentes de cualquier crimen que
hubiesen cometido durante la dictadura.
Ni la defensa
a ultranza de la unidad española tiene que ver con mantener una España unida,
pues diferentes fórmulas de encaje territorial hay, como estamos pudiendo ver;
lo que pasa es que el nacionalismo español ha escogido la muy borbona solución
castellana de vertebración del territorio, quizá porque les resulta más
beneficiosa para mantenerse en el poder. Ni la defensa a ultranza de la nación
catalana como Estado independiente, tiene que ver con una cuestión territorial
y cultural, pues España y Cataluña tienen muchos puntos comunes en su ADN, sino
más bien, se ciñe a una necesidad de control del poder regional, para salvar el
culo de tanta corrupción y mala gestión política.
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