Luis
Rodríguez tiene una novela en la cabeza, y nos la va dosificando poco a poco en
los sucesivos libros que va publicando. No es una novela cualquiera, es
simplemente una novela sobre la vida, mejor dicho, sobre cómo miramos los
mortales la vida en nuestra intimidad; cómo pensamos todo aquello que no nos
atrevemos a decir. Es esa mirada turbia, pero lúcida de las cosas que nos sitúa
frente a nuestros propios engaños diarios, esos que nos hacen ir hacia adelante.
Vivir no es fácil, y lo soportamos con un velo que envuelve lo que somos: seres
adorables, capaces de pensar las mayores barbaridades, qué sólo
nuestra cobardía nos impide hacer.
En
“El Retablo de NO” (Tropo Editores 2017), Luis Rodríguez vuelve a utilizar los
personajes como objeto de sus reflexiones, y otra vez más no defrauda. Con una
escritura impecable, uno a uno van siendo cómplices de la mirada que tiene el
autor de la vida, puestas en sus bocas reflexiones y aforismos que nos invitan
a la risa, esa risa que nos produce leer lo que muchas veces no nos atrevemos
ni a pensar, pero que no por ello dejan de ser verdades escondidas en el
pliegue de nuestras vergüenzas.
Por
ello, volver a leer a Luis Rodríguez, es como no haber dejado de hacerlo nunca,
y ese torrente de frescura intelectual que sentimos en sus anteriores novelas,
vuelve a recorrer nuestra conciencia y a producirnos el placer de una buena
lectura, ajena a las corrientes literarias que encada momento puedan estar de
moda.
“El
retablo de No” es una contradicción entre el deseo y la realidad. Esa que viven
los actores a caballo entre su vida real y los personajes que representan, en
munchas ocasiones tan vividos, que no son capaces de distinguir entre una y
otros. Actuar es un espejismo. Como leer.
La vida es una mierda, le dice Claudio a José Ángel, el personaje
principal, que se decide a dirigir Hamlet porque Shakespeare no le gusta.
Los
personajes, que tiene en la vida real los mismos nombres que los de la obra de
Hamlet, reflexionan sobre su pasado y el
futuro, de su identidad perdida y recuperada cada noche en el escenario. Huyen
de sí mismos, porque la herida se mueve y sólo cicatriza cuando ya no son
ellos, sino otros.
En
esa gran novela, que por entregas Luis Rodríguez va escribiendo en diferentes
escenarios y con distintos personajes, que en el fondo tienen todos la misma
esencia, estos se mueven como diletantes intelectuales por la vida,
ofreciéndonos una panoplia de reflexiones sobre su visión del mundo, sobre la
soledad que todo lo impregna cuando se enfrentan al espejo de sus
contradicciones y ven que todavía están ahí. Dale la vuelta a tu vida. Si finges la realidad, si vives la ficción
como real, verás que ni la actuación aburre ni la vida pesa”. Dejo esta última reflexión del personaje José
Ángel, que bien podría ser del autor Luis Rodríguez.
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