Imagen: El descubrimiento de Eduardo Úrculo
Parece que tras las elecciones
del 20-D, el panorama político en España se ha complicado en exceso, con un Congreso
fragmentado, que obliga a pactar para formar gobierno. O eso es lo que los
poderes fácticos quieren hacernos creer, pintando un escenario en el que sólo
puede caber la reagrupación de aquellas fuerzas que van a seguir respetando el
status quo actual, que como hemos podido comprobar sólo les beneficia a ellos,
a costa de una gran desigualdad e injusticia social. De ahí la insistencia en
presentar una coalición de izquierdas como un galimatías imposible de controlar
que, además, puede atentar contra la unidad de España. Está claro que han
puesto a toda su maquinaria mediática a funcionar, para que nada, ni nadie, les
agüe la fiesta del poder y el enriquecimiento en la que viven desde hace años,
y para ello, ya han buscado un nuevo chivo expiatorio de todos los males de
esta país, en PODEMOS. Sorprende que pocos días después de las elecciones,
todos, incluidos reputados miembros de la izquierda, señalen a este Partido
como el culpable de la ingobernabilidad de España y promotor de la ruptura de
la unidad patria. Es obvio que ellos si se han dado cuenta, antes que nadie,
del cambio que se está fraguando en España, y tratan de impedirlo como sea,
incluso con esa Gran Coalición, con partido bisagra en medio, que lo único que
ofrece es que todo siga igual como hasta ahora, reforzando el bipartidismo,
como tabla de salvación de sus intereses, y conjuro contra las fuerzas que
empujan para que se produzca un cambio, que pasaría, ineludiblemente, por una pérdida de poder del establishment
actual, que cada vez se comporta más como una casta en defensa de sus intereses
estamentales. En el fondo, seiscientos años de historia no han cambiado mucho
las cosas y resabios feudalistas siguen aflorando en nuestra sociedad.
En
el delirio político que vive este país, a veces uno tiene la sensación de haber
vuelto a los años setenta, por la recuperación de términos lingüísticos que tanto
gustaban al franquismo, y la propuesta de medidas sobre territorios que
conforman el Estado que huelen demasiado a la España, Grande y Libre, unidad de
destino en lo universal, que estudiábamos en el colegio bajo la foto de Franco
y Jose Antonio. Escucho hablar a algunos líderes políticos de “separatismo”, o
de “unidad inquebrantable”, y de toda una parafernalia ultranacionalista española, que últimamente se
utiliza desde Génova al Palacio de San Telmo, sin entender que España es un
país plurinacional, y que si no se reconoce este hecho, seguiremos con la misma
matraca nacionalista periférica que tiene secuestrado a este país desde hace
décadas.
Claro,
que decir que no entienden es otorgarles el beneficio de la duda. El
nacionalismo ya sea español, catalán o de cualquier otra región es una
fantástica coartada para disimular la perfidia de gobernantes que tienen que
ocultar ante la opinión pública sus malas gobernanzas. Da igual de dónde sea. El
nacionalismo les va igual de bien a Mas, a Rajoy, o a Susana Díaz; todos tiene
algo que esconder. Por ello, a quienes tratan de reconducir el error histórico
de la Transición de no reconocer la plurinacionalidad de España, hay que
desprestigiarlos políticamente. Y si encima proponen un cambio de ciclo y
modelo de sociedad, aplastarlos. Cómo cantaba Rafael Amor en esa maravillosa
canción titulada “El loco de la vía”: “Y
vinieron veinte carros de asalto…/carros autobomba, sesenta mil
mangueras/ para aplacar el humo blanco de su blanca bandera./ Aplastaron su
casa barata y chata/ le expropiaron al perro puntiagudo con alma de felpudo.”
Pero
volviendo a la situación postelectoral. ¿Qué está sucediendo en los Partidos?
Sinceramente creo, que están interpretando la situación en clave interna, y no
en la solución de los graves problemas que tiene el país. Aunque a fuer de ser
sinceros, habría que decir que unos más que otros. Veamos sólo aquellos de
representación estatal. El PP lleva varios meses en crisis, por el
cuestionamiento que desde muchos sectores están haciendo del liderazgo de
Rajoy. El resultado electoral ha supuesto ahondar más en la herida, ya que por
mucho que lo disimulen han tenido una sangría de votos y diputados de muy
difícil digestión. Creo que si Mariano Rajoy no consigue formar gobierno, la
guerra va a ser total. Y es posible que muchos están jugando a esa carta.
Si
la hemorragia del PP no ha sido mayor, se debe a que la debacle del PSOE es
para llorar. No sé qué esperaban sacar, si el resultado les parece aceptable.
Hay que tener en cuenta que en las elecciones del 2011 la derrota fue épica, y
ahora todavía han perdido millón y medio de votos más. Pero este no es el
problema más grave que tienen. La guerra interna ya es tan grande, que los gritos
se oyen en toda la escalera. Aquí no hay tregua. Pedro Sánchez se ha
interpuesto en medio de las ambiciones de Susana Díaz, como valedora de los
intereses de la vieja guardia del Partido, con Felipe González en la sombra, y
no va a para hasta acabar con él. Por eso, le niegan el pan y la sal para
cualquier negociación que pudiera darle la presidencia del gobierno, que
dinamitaría las aspiraciones de la andaluza para convertirse en la lideresa del
socialismo casposo español, y le urgen a que convoque un Congreso para
defenestrarle. Parece que los españoles tengamos un gobierno de izquierdas y
progresista les importa menos que su posición de poder en el Partido y defensa
del establishment de poder actual, léase casta.
Ciudadanos
se ha demostrado que es un Partido inútil, sino puede ser bisagra, ya que sus
planteamientos políticos e ideológicos se diferencian bien poco de los del
Partido Popular. De ahí si empeño en un gobierno PP-PSOE, que les incluya a
ellos en medio. Al final, la única tabla de salvación de este Partido es servir
de refuerzo al bipartidismo. En el caso de PODEMOS, la situación es diferente.
No necesitan ser bisagra de nadie y programa de cambio, en la medida que recoge
las aspiraciones del 15-M, está bastante diferenciado del resto. Ahora bien, va
a tener que elegir, si al final Pedro Sánchez se impone a los inmovilistas de
su Partido, entre políticas que acaben con la desigualdad y la injusticia, y/o
el referéndum en Cataluña. Personalmente soy partidario de ese referéndum, pero
las cosas hay que hacerlas cuando están maduras, y un punto de programa
electoral no puede hipotecar el resto, sobre todo cuando no se ha ganado para
gobernar y hay que negociar. En cuanto a IU, creo que debe reflexionar sobre su
papel en la izquierda.
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