Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 18 de Diciembre de 2015
Se acabó. La
legislatura más nefasta de la historia de la democracia española se termina el
domingo. Hasta la llegada de Rajoy, la sociedad
iba avanzando y en los malos tiempos trataba de capear el temporal,
teniendo al estado de bienestar en el pedestal de lo intocable, sobre todo
porque en España este no estaba muy desarrollado, y lo que teníamos había que
resguardarlo. Pero la llegada de Mariano Rajoy a la Moncloa supuso la
aplicación, por primera vez, de una política de corte neoliberal muy dura, que
con la excusa de la crisis se ha esmerado en dilapidar el estado de bienestar
estos años, arrojando a los españoles a los leones de una desigualdad como no
se conocía desde los tiempos de Franco. Claro que Mariano Rajoy aterrizó con
sus medidas de recortes y desigualitarias sobre una pista que ya estaba
preparada por gravísimo error de Zapatero al dejar la política económica en
manos de del virus neoliberal que ha hecho enfermar a la socialdemocracia en
los últimos años, llevando al PSOE a los pies de los caballos. Ministros de
puertas giratorias que prepararon el camino a la llegada del equipo de Rajoy,
con una justificación tan demagógica, como letal: no se puede hacer otra cosa.
Esperemos que el Partido Socialista haya aprendido la lección y no vuelva a confiar
en quienes actúan más como submarinos del neoliberalismo dentro de él,
regresando a la senda de la socialdemocracia, a no ser que pretenda hacerse un
haraquiri en directo.
Se
acabó y llegó el momento del cambio. Pero no del cambio como eslogan electoral
de algún Partido, sino el del cambio real de la política en España. Durante
cuatro años de crecimiento del paro, de desigualdad, de pobreza, de casticismo
patrio, de diáspora de jóvenes, de destrucción de derechos laborales y
sociales, de Ley Mordaza, de desahucios, de enriquecimiento desmedido de los
más ricos, de pobreza energética, de frenazo a las energías renovables, de
amnistía fiscal, de estrangulamiento fiscal de las clases medias, mientras los
ricos y las grandes empresas tributan cada vez menos, de aumento de la
violencia de género, de vaciamiento de la educación pública, de acabar con el
sistema universal de sanidad y recortar sus prestaciones, de corrupción abusiva
y leyes que protegen a los más ricos, de tasa judiciales…, de tanta cosas negativas,
han convertido el país en un espejo donde ya no nos podemos mirar sin
indignarnos. Somos una caricatura de las ilusiones democráticas y de bienestar
que impulsaron España en la época de la Transición. Y precisamente, quienes más
invocan aquella época y la Constitución que emanó de aquellos años de lucha y
consenso, son los que más la vulneran y
se pitorrean de ella, utilizando su nombre para aferrarse a un inmovilismo tan
propio de las élites conservadores. Si a ellos les va bien, por qué cambiar nada.
Pero
también, durante esto cuatro años, la sociedad ha despertado de un letargo
producido por los analgésicos de la autocomplacencia y la mentira con la que el poder nos droga,
para que no cuestionemos sus decisiones. Muchas palabras, muchas horas de
manifestaciones, mucha indignación recogida a pie de calle y mucha esperanza en
la posibilidad de cambiar las cosas desde las urnas ha habido, y ahora, que ha
llegado el momento de dar el do de pecho y propiciar ese cambio tan deseado, no
podemos echarnos atrás.
Este
país necesita una buena dosis de izquierda para diseñar el futuro de toda una
nueva generación, preservando el bienestar de las anteriores. Al igual que en
1982 abrió su corazón al cambio que proponía el PSOE, como adalid de la
izquierda, ahora en 2015, tiene que volver a ser la izquierda la que abandere
ese cambio. Entonces eran otros tiempo y se pensó que un único Partido debería
asumir en solitario toda la trasformación que la sociedad española
demandaba, comandad por una nueva
generación. Ahora vivimos otra realidad y la sociedad se ha hecho más plural y
deberá ser la izquierda en su conjunto la que pilote ese cambio que tanto
necesita el país, más allá de que esta izquierda esté formada por uno, dos,
tres o varios Partidos. Teniendo en cuenta que la sociedad es plural y se debe
imponer la negociación y el consenso en cuestiones fundamentales, para el buen
funcionamiento del país.
No
nos dejemos engañar por el mito, tan bien articulado por la derecha, de la
incapacidad de la izquierda para gestionar la economía. Es absolutamente falso:
los periodos de mayor crecimiento económico con mejor reparto de la riqueza
generada, siempre se han producido con gobiernos de izquierda. Igual de falso
que el nuevo mantra de la derecha, toda, la nueva y la vieja, que se refiere a
las coaliciones de izquierda como un galimatías que conducen al país al
desastre. Falso, y para demostrarlo voy a poner un ejemplo:
En
la Comunidad Valenciana, una coalición que surge del denominado Pacto del
Botanico, está sosteniendo el gobierno de la Generalitat. Ese Pacto fue firmado
por PSOE, COMPROMIS y PODEMOS, y desde el minuto uno la derecha y sus medios
han dinamitado su existencia. Pero lo cierto es que desde que el nuevo gobierno
ha empezado a gobernar los cambios se han empezado a notar, sobre todo porque
ahora se desarrolla una política que tiene como centro el bienestar ciudadano,
la igualdad y la transparencia democrática. Una de las primeras medidas
gubernamentales ha sido la gratuidad de los libros escolares, el plan
denominado Xarxa Llibres, por el cual, en este primer año, sino todo, la gran
parte del coste familiar en libros, va a estar sufragado por la
administración. El Partido Popular, que
en veinte años de gobierno, ha tomado una medida así, no ha ahorrado críticas,
vilipendiando la medida, ridiculizando y vituperándola, para tratar de
conseguir que quienes van a beneficiarse de ella la denuesten. El caso es que está siendo un éxito, en una
Comunidad donde no estamos acostumbrados a que el poder se acuerde de los no
poderosos.
Hablando
de memoria convendría recordar que Cospedal, en cuanto llegó a la presidencia
de Castilla-La Mancha, suprimió la gratuidad de los libros de texto. O
podríamos preguntarnos si el gobierno de la Comunidad de Madrid, apoyado por
Ciudadanos, se ha planteado tomar una medida parecida a la de Valencia, o más
bien ha promovido una iniciativa de pura cosmética, que no es universal y a los
que alcanza no les da ni para pagar el libro de matemáticas, según denunciaron
el mes pasado las AMPAS de la Comunidad.
Luego
entonces, el tercer mito de que todos los políticos son iguales, es también
falso. Tan falso como que en ese engaño reside la resistencia de la derecha
para no perder el poder, y que nos demos cuenta, como se está demostrando en la
Comunidad Valenciana, que la izquierda
es más solvente y más justa cuando gobierna. Y ahora es el momento de no
andarnos con remilgos. El cambio es posible y puede llegar si el día 20 le
damos nuestro voto a la izquierda. Ese
es el voto más útil, si lo hacemos masivamente.
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