Es
Valencia una ciudad que se presta muy bien como geografía física y humana para
la novela negra: su situación litoral, su carácter portuario, la proliferación polígonos
industriales, con la sordidez que muchos de ellos tienen, el crecimiento de una
bolsa de economía sumergida que parece no tener freno, la corrupción de una
clase política y empresarial depredadora de todo tipo de recursos, una
burguesía que sin haber perdido su carácter rural y provinciano, se ha
convertido en pocos años en una potente burguesía urbana e industrial. En definitiva,
para un buen narrador que le guste adentrarse en ese mundo oscuro que transita
entre el bien y el mal, siempre al borde del precipicio de la Ley, la ciudad
tiene ingredientes suficientes para construir excelentes historias narrativas.
La prueba es que en los últimos años la novela negra está en auge en el
territorio valenciano, como lo demuestran las últimas publicaciones que están
saliendo al mercado de lectores, algunas de ellas de muy interesante factura.
Pero
“La Ciudad de la Memoria” tiene algo más, un plus de calidad que nos retrotrae
a los años dorados de la novela negra norteamericana, con esa elegancia desgarbada
y tenaz que Raymond Chandler dotó a Philipp Marlowe. Porque Mejías, el
detective todo terreno creado por Santiago Álvarez, nos recuerda mucho a aquel,
encajador, solitario, con un concepto
casi religioso de la justicia, a pesar de estar de vuelta de muchas cosas.
Personalmente me ha recordado mucho al Marlowe de “El largo adiós”, pero con
una gran diferencia, Mejias tiene alma mediterránea, con una esencia valenciana
que le hace ver las cosas desde una perspectiva más luminosa y humana, a pesar
de mostrarse como un hombre duro y perspicaz. Dureza que acaba derritiendo ese
otro personaje fantástica de la novela, que es Berta, una estudiante de periodismo,
ayudante de Mejías, con un grado de inteligencia y suspicacia desbordante, que
añade una fuerte personalidad a la novela.
Álvarez,
hace transitar a la pareja Mejías/Berta por las altas esferas de la sociedad
valenciana, mediante la lucha de poder que libra una de las familias de más
postín de esa alta burguesía adinerada y cerrada sobre sí mismas, los
Dugo-Escrich. Pero esa lucha por el control del poder familiar y por ende económico de la
ciudad, se libra en el filo de la navaja que esconde un gran secreto, guardado
con celo por el patriarca y fundador de la saga familiar, en el que Mejias y Berta
se verán envueltos y obligados a resolver.
Se
puede decir que Santiago Álvarez ha entrado por la puerta grande de la novela
negra, con esta primera obra, “La Ciudad de la Memoria”, y de las letras
valencianas, por su esmerado estilo
literario, que no por fluido disminuye su calidad y su buen trabajo narrativo.
Esperamos que las vicisitudes de Mejías y Berta no tarden mucho en regresar.
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