Imagen: elchicotriste
Publicado en Levante de Castellón el 26 de Junio de 2015
No ha habido ni cinco minutos de
cortesía, desde el instante que los ayuntamientos y las Comunidades Autónomas
han empezado a ser gobernadas por la izquierda. Atrás quedan los cien días de
plazo que la oposición y los medios daban a los nuevos gobiernos para que
pudieran aterrizar en las instituciones y tomar unas primeras medidas que
apuntaran hacia dónde se iba a encaminar la gobernanza en los próximos años.
Pero
hay prisa. El miedo se ha instalado en las filas de la derecha ante la
inminencia de las elecciones generales. Tienen una premura angustiosa por
demostrar que la izquierda no sabe dirigir las instituciones, y convencer a la
ciudadanía que todo va a ir a peor. Y digo bien, “toda va a ir a peor”, no
“todo va peor”, porque de lo que se trata no es que los nuevos gobiernos
municipales y autonómicos lo hagan mejor o peor, sino crear la sensación de que
la izquierda está asociada a ingobernabilidad y caos. Para ello, como ya
estamos viendo, todos los intentos son válidos, incluidos, otra vez más, los de
la falsedad, la mentira y el desprestigio.
Todo
vale, y para conseguirlo no escatiman en recursos ni pomposas frases, esas que
tan bien se la dan a Mariano Rajoy, que parecen más bien lanzadas desde un
púlpito, que desde el ruedo político democrático. El reparto de papeles,
además, está ya asignado: el gobierno y PP socavando al PSOE con el machacón
discurso de su radicalización; los medios de la caverna apoyados por algunos de
los, hasta ahora, medios impolutos de suciedad fascistoide, contra Podemos y
coaliciones afines, los radicales, para los que no ahorran insultos, descalificaciones
y noticias falsas; y la judicatura, junto a la fiscalía, al dictado del
ministerio de Justicia, que actúa más como un agente más al servicio de los
intereses del PP y el tea-party nacional.
La
derrota, sin paliativos, de sus intereses, les ha provocado una esquizofrenia
colectiva de la que sólo saben salir a mamporrazos dialécticos y porrazos
policiales, si la ocasión lo demanda. Es irremediable que nos hagamos
preguntas. ¿Por qué tantas prisas en destruir documentos? ¿Qué se esconde en
los cajones de las concejalías de muchos ayuntamientos, para que quieran
borrarlo de la historia? ¿España va bien o es sólo media España la que va bien,
la gobernada por el PP y afines? ¿Qué concepto de la democracia tiene cuando
algunos alcaldes y alcaldesas salientes han hecho gala de una mala educación,
no sólo política, también personal, que nos ha producido sonrojo a casi todos
los españoles?
Aunque
la pregunta de fondo debería ser sí realmente la democracia para ellos es una
impostura para seguir gobernando a su antojo y ahora se están mostrando como lo
que son: hijos políticos y sociológicos del franquismo, para los que la
democracia es un accidente que soportan mientras no les agüe la fiesta. A veces
es inevitable pensar que si hubiera un golpe de estado ultra, la mayoría de
ellos se pondrían al lado de los golpistas sin pestañear, como ya sucedió hace
ochenta años. Ya sé que pensarán que eso son fantasmas del pasado que no hay
que airear después de tanto tiempo. Pero enterados de la revelación que José
Bono ha hecho en sus memorias a cerca de la agitación golpista entre militares
que siguen pensando que son los salvadores de la patria, aunque nadie les llame
para salvar nada, en las semanas que se estuvo negociando el Estatuto de
Cataluña, y que el Partido Popular, entonces en la oposición, utilizó para
desgastar al gobierno, nada nos puede sorprender.
Después
de las elecciones del 24-M estamos descubriendo, con cierta desolación, que
casi cuarenta años de democracia no han cambiado el espíritu autoritario de la
derecha y el pensamiento de que o son ellos o es el caos. Un caos que ya se
encargan de inventar y propagar sin miramientos. Porque a la derecha fernandina
de restauración absolutista que todavía pervive en España, no le importamos ni
usted ni yo, ni el paro (ya nadie habla de paro en España), ni la pobreza
infantil (los niños madrileños no tienen un problema de desnutrición porque
están gordos), ni nada que no suponga que toda la sociedad estemos al servicio
de una élite embrutecida por el poder y el dinero. Cuando hablan de España, no
lo hacen pensando en los españoles, sino en un ente que a ellos les sirve para
afianzarse en el poder. Su patriotismo es internacionalista: hoy robo aquí y lo
recaudado me lo llevo a Suiza, o a Andorra, o a Luxemburgo, o a las Islas
Caimán. Qué les importa a ellos España como una
nación de iguales, si de esta manera no pueden mantener el abismo, que
ellos mismos se encargan de profundizar, entre la élite de reminiscencias
estamentales nobiliarias y el vulgo. Y esto no lo digo por floritura literaria,
el Círculo de empresarios ya ha propuesto pagar en especie pare del salario.
Tras
el cambio político que la ciudadanía y las nuevas generaciones han impulsado en
España después del 24-M, no es de extrañar que algunos empiecen a añorar la
democracia censitaria. Se acabó el problema, si sólo votan los ricos, el
peligro de la izquierda queda conjurado. Ya lo están intentando. “Que gobierne
la lista más votada en las elecciones”, dicen, sabedores de que la
fragmentación de la izquierda, siempre les va a dar a ellos la victoria en
número de votos, como si el voto de la ciudadanía que no les vota fuese un
papel mojado, carente de valor para decidir cambiar las cosas. Después
prohibirán las coaliciones parlamentarias, para que solamente el voto de sus
diputados o concejales tenga valor de Ley. Y si no tiempo al tiempo.
Pero
es justo eso lo que no tienen, de ahí sus prisas por destruir el cambio que se está
construyendo. De impedir que ayuntamientos y comunidades autónomas empiecen a
gobernar y nos demos cuenta que hay otra forma de hacerlo, cayendo como un
castillo de naipes el tenaz discurso de que las cosas son así, porque no pueden
ser de otra manera (sic Mariano Rajoy). Ya se ha encargado Montoro de recordar
que al amo del dinero es él, y que de aquí a las elecciones generales se cerró
el grifo de la financiación para las maltrechas Comunidades Autónomas. Muerte
por asfixia. Que hay más cruel que una muerte lenta para el sádico que la
provoca.
Hablábamos
antes de la esquizofrenia que había provocado en la derecha el 24-M. Pero el
futuro que se les viene encima no es menos esquizoide. ¿Votar al PP o a
Ciudadanos? A ese hijo que tanto han mimado en los medios y que les sirve para
ahuyentar del poder a los radicalizados del PSOE y los extremistas de Podemos,
pero que como Saturno puede acabar devorando al padre y ocupando su sitio. Un dilema
en el que se debaten, para seguir fastidiando la vida a la mayoría de la
sociedad.
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